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Sobre las dudas de Silvino Lantero

9 de Junio del 2011 - Pablo Álvarez Pérez (Santiago de Chile)

El pasado martes un amigo me comunicó vía Skype que uno de mis ídolos, caballeros de pluma y papel, había resurgido cual fénix en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA (que lamentablemente no llega a mi quiosco). Tengo que decir que siempre he admirado al señor Lantero Vallina por ser un hombre que dice lo que piensa, en un mundo donde los pelos en la lengua parecen una pandemia. Claro que lo que dice suelen ser opiniones contradictorias, trasnochadas, tendenciosas, parciales y todo ello cubierto de una pátina de anacronismo, pero, qué narices, nadie es perfecto.

Voy a responder a todas sus preguntas sobre el movimiento fundamentalmente juvenil denominado como Indignados, al que sustentan infames de la talla de Hessel, que en su afán de apoyar regímenes sanguinarios y socialistas llegó a redactar parte de la declaración de los derechos humanos; supongo que no puedes violar los derechos humanos si no los redactas antes.

Puedo contestar a todas sus preguntas porque sólo hay una respuesta para todas: los Indignados quieren que no los mangoneen.

Como el término mangonear no viene en ningún manual, voy a intentar resumirlo de la manera más gráfica posible. Los Indignados no quieren flexibilidad laboral o descuelgue salarial, que es una forma educada de decir trabajar más por menos y encima que te despidan sin consecuencias. Los Indignados, que son ciudadanos y ciudadanas jóvenes y maduros de todas las corrientes políticas y religiosas, sólo quieren poder vivir sus vidas como miembros de pleno de una democracia participativa.

Con un sistema de salud bueno, un empleo estable y un gobierno que les represente a ellos y a sus intereses, no los intereses de un mercado caníbal, como fue la tónica de la segunda mitad del siglo XX hasta la era Reagan. Con esta sencilla medida los ex indignados podrán siquiera plantearse todas las cuestiones a las que usted alude. Plantear dichas cuestiones (confío en que no para crear una duda razonable sobre la naturaleza del movimiento) es como preocuparse por el color de las paredes en una casa de cimientos podridos.

Llegados a este punto, he de quitarme la careta de reír y pedirle, implorarle, que ya que posee usted un púlpito privilegiado para influir en la opinión de los lectores, no lo utilice para atacar al mayor movimiento social que ha vivido nuestra democracia desde sus inicios. Puede usted insultarme, difamarme o, lo que es peor, ignorarme. Pero le suplico que no ignore a los Indignados porque ellos son el futuro. No le dé la espalda al futuro.

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