Cascos para dar y tomar
En estas últimas semanas estamos viviendo grandes resacas televisivas, como el festival de Eurovisión, la final de la Liga de fútbol y la campaña y elecciones municipales y autonómicas. Y con toda seguridad alcaldes, concejales y presidentes de comunidades, los entrantes y salientes, seguirán en la pomada catódica muchos días más, al menos hasta que la movida electoral se vaya calmando, pues estas elecciones han dejado tras de sí muchas sorpresas, muchos damnificados y largos rosarios de declaraciones y discursos que darían para interminables horas de televisión si se emitieran en su totalidad.
En política suele decirse que todos los amigos son falsos y que en cambio todos los enemigos son verdaderos, y de acuerdo con este pensamiento desde hace un tiempo ya han comenzado a aflorar con más o menos acritud unos y otros.
En Asturias en estas pasadas elecciones el PP y el PSOE esperaban que el «efecto Cascos» se desinflara, y al final, fueron ellos los que se quedaron sin aire. El partido del ex ministro de Fomento, Foro Asturias Ciudadanos, pasó el domingo 22-M al libro de los récords electorales, al convertirse en la única fuerza política que gana las primeras elecciones a las que se presenta, habiéndose formado tan sólo cuatro meses antes de la cita con las urnas y presentando candidaturas en la mayoría de los 78 concejos asturianos. El hecho de ser el candidato mayoritariamente conocido y su afán por imprimir un sesgo asturianista a su mensaje ha creado una fórmula de éxito que incluso podría ser estudiada en aulas de Sociología.
Con toda probabilidad –son 16 diputados conseguidos de los 45 que componen la Junta– Francisco Álvarez-Cascos será presidente del Principado de Asturias y, tal como en su día lo hizo su admirado maestro Manuel Fraga, retorna a sus orígenes ganando las primeras elecciones a que se presenta; aunque a diferencia de don Manuel, no quiso o no pudo recabar del PP el apoyo para ello, y fundó su propia formación: el FAC.
Por lo demás, si Mariano Rajoy está destinado a ser el próximo presidente del Gobierno de España, que según los resultados del 22-M parece bastante probable, es de esperar, por el bien de todos los españoles, que su olfato para resolver los problemas del país sea mayor que el que demostró al decir que Álvarez-Cascos no era el candidato más idóneo para su partido en Asturias. Si hubiera estado más acertado, el PP se hubiera anotado una victoria de dimensiones históricas en el Principado. Como no lo estuvo, no lo quedará más remedio que pactar, saltar y brincar, dar vueltas al aire y negociar con su nuevo enemigo íntimo, al que tendrá, eso sí, que entregar buena parte del poder.
En un entorno político cada vez más personalizado, en el caso de Álvarez-Cascos, la elección del candidato ha sido fundamental. Es la diferencia entre una buena y una mala selección del postulante. Los hay que vencen a la primera y los hay que no ganan ni por aburrimiento. Y además están los que sobreviven gracias a la pasividad y rutina política del momento. Pero todo esto debería haberse valorado previamente.
Dados los resultados de los comicios, los contactos con las diferentes fuerzas políticas de la región ya han comenzado.
En lo sucesivo, Francisco Álvarez-Cascos no tendrá que viajar a Asturias para lanzar la caña a los salmones y las truchas de sus ríos, pues ya está en ella para culminar su ciclo donde lo empezó. Ha vuelto a casa para quedarse y devolver todo lo que esta tierra le ha dado. Y para bien de todos, sin ningún afán de desquite.
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