Un poco de cordura, por favor
En un arrebato de sinceridad, esos que solo se producen de tarde en tarde y cuando el vehemente encuentra el terreno abonado por la entrega del auditorio, Rubalcaba dice que tenemos un sistema educativo fantástico para formar funcionarios brillantemente perfectos pero duda que sirva a la causa emprendedora.
El de Solares no es el primero en el ejecutivo al que tardíamente se le enciende el luminoso. En un principio fue Miguel Sebastián, con lámparas de bajo consumo y ruedas del mismo efecto que no había en el mercado, quien soluciona el problema energético español subvencionando ambos inventos. Más tarde el informe Pisa denuncia que nuestro alumnado no solamente no entiende lo que lee sino que tampoco tiene adquirido ese hábito. Aquí la cosa fue más seria, se encienden todas las alarmas y el mismísimo Zapatero toma cartas en el asunto para obligar a los centros educativos que dispongan en sus horarios una sesión semanal dedicada a la lectura comprensiva. La medida no modificó ningún hábito pero sirvió para perder el tiempo. Igual que aquella otra, vigente a día de hoy, en la que el alumnado que no elige religión tiene una hora de no religión, equivalente docente de nada. Prefiero no extenderme en la extravagancia, ustedes se harán cargo.
Me temo muy mucho que ahora habrá de incorporarse a los horarios lectivos una asignatura sobre el mercado emprendedor y sus beneficios sociales, económicos y laborales a corto, medio y largo plazo. Estoy convencido que el día que llegue la cordura al sistema educativo español nos pillará a todos calvos, incluso a los recién nacidos del año equis.
La gracia de todo esto radica en que el señor Rubalcaba vivió en primera línea de mando todas las reformas educativas que en este país hubo después de la ley General de Educación de 1970 impulsada por Villar Palasí, hasta nuestros días. Da la sensación de que el muy sagaz Pérez Rubalcaba, pretende trasladar la responsabilidad del desempleo galopante que sufre España, al sistema público de enseñanza que no es capaz de inculcar en el alumnado la fiebre emprendedora para que ésta, a su vez, provoque la generación de empleo.
Créanme ustedes, la decepción que sufro cada día con esta clase política de medio pelo, me empuja a pensar seriamente en cambiar la ciudadanía a otro lugar del planeta. ¿Pero a cuál?
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