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Cecilio, un modelo de envejecimiento saludable y feliz

2 de Julio del 2011 - José Antonio Flórez Lozano

Cuidarse es la clave; un desafío muy importante para lograr buenas cotas de salud y bienestar, lo dice Cecilio con sus 90 años.

Pero, ¡es tan difícil! Cierto es que hay que romper viejas actitudes, hábitos antiguos y, especialmente, desarrollar nuestra voluntad.

La clave es no estancarse, no pararse, no ser prisionero de uno mismo, porque de lo contrario estaríamos en el estacionamiento del envejecimiento patológico; nuestra supervivencia sería muy limitada. Pero de cualquier forma es conveniente recordar que la inmortalidad es una «quimera», aunque nadie se crea tan viejo como para no poder vivir un año más. Ana María Matute, en una entrevista con motivo de la publicación de su novela «Paraíso inhabitado», manifestó: «Soy optimista, estoy convencida de que no me voy a morir», y añadía: «Quizá por eso salgo de todas las enfermedades». Otro ejemplo más de cómo el optimismo mantiene un óptimo rendimiento cognitivo e intelectual que lo hace indemne ante el proceso del envejecimiento. Una prueba más de cómo la actividad intelectual, la creatividad y la actitud ardiente y positiva ante la vida genera una ola de optimismo que nos inunda de felicidad y potencia nuestra salud y la calidad de vida.

Sin aprendizaje, superación y crecimiento personal nos vamos deteriorando y encenagando de forma irreversible; nuestro cerebro termina por deteriorarse y ya no responde a los estímulos del medio; la atrofia cerebral, en ese supuesto, está servida. Francisco Ayala atribuía su longevidad a su curiosidad intelectual: «No cerrar los ojos al mundo es esencial para vivir mucho». También expresaba lo siguiente: «Veo que hay gente mayor que muy pronto, en el curso de su vida, ya no está interesada por lo que pasa a su alrededor, pero si uno consigue no ser un testigo del pasado, sino estar viviendo en un presente continuamente actualizado, entonces puede vivir más».

Uno de los estudios más profundos, por su seguimiento, realizado en la Universidad de Harvard y que comenzó en 1940, puso de manifiesto que existen siete predictores del envejecimiento saludable y feliz, y que son: consumo moderado de bebidas alcohólicas, no fumar, matrimonio estable, ejercicio moderado, peso adecuado, actitudes positivas frente a las contrariedades de la vida y ausencia de depresión. La clave, por lo tanto, reside en una opción personal, en una decisión. No es fácil, pero el esfuerzo merece la pena y todo cristaliza en una frase: ¡cuidate a ti mismo! Además, de todos los factores que intervienen en un envejecimiento saludable y feliz es una condición esencial la percepción que la persona tiene de sí misma: ¡estoy bien!, ¡sigo como un roble!, ¡tengo una salud de hierro! Esta forma de pensar y de sentir es, incluso, más importante que el propio estado físico que tiene la persona mayor. En fin, la forma de enfrentarse ante la vida es determinante para conseguir la longevidad y un grado óptimo de bienestar.

Subtítulo: Claves para que la personas longevas se sientan bien

Destacado: De todos los factores que intervienen en un envejecimiento saludable y feliz es una condición esencial la percepción que la persona tiene de sí misma: ¡estoy bien!, ¡sigo como un roble!, ¡tengo una salud de hierro! Esta forma de pensar y de sentir es, incluso, más importante que el propio estado físico que tiene la persona mayor

Cecilio, un nonagenario, me comenta: «Soy un torero de la vida, no me preocupo por nada, lo que tenga que venir, vendrá, y entonces ¡ya veremos!». Todo lo contrario fue la vida de Liz Taylor, recientemente fallecida y que formó parte de los sueños más húmedos de muchas personas, una actriz que ha formado parte de la vida de muchas personas pero que su adicción a las drogas, al alcohol, a la cirugía y al estrés de los matrimonios le precipitó a un envejecimiento patológico, doloroso y angustiante. La mujer de los ojos violeta, en fin, se dejó arrastrar por los placeres de la vida, por las trivialidades, encontrando al final de su existencia un refugio en las drogas y en el alcohol. La vida es muy complicada, pero nosotros la enredamos aún más. Dice Cecilio, «hay gente que se coge un "bajón" porque no encuentra el periódico del día». Comenta Cecilio, «la gente no sabe vivir. Lo peor de todo –añade– es que no viven y no dejan vivir. Para mí –termina Cecilio–, la vida es un regalo extraordinario, una maravilla, una auténtica obra de arte que alguien ha diseñado para que podamos ser felices, y de esta manera poder ayudar a los demás, y, especialmente, a nuestros seres queridos». Así, pues, la felicidad en la vejez depende esencialmente de esa actitud positiva que nos expresa Cecilio siempre con la sonrisa en los labios.

La clave de Cecilio y de tantas personas longevas como él, que disfrutan de un envejecimiento saludable y feliz, es «ver con buenos ojos la vida». Así, pues, el estado físico no significa necesariamente tener un envejecimiento saludable y feliz. El auténtico predictor es el optimismo y la actitud de cómo enfrentarse a los problemas, conflictos y desafíos de la vida. Mejorando, en definitiva, su actitud ante la vida. Como diría el poeta Debelyanov, abrirse como una flor a un dulce pensamiento. El cuidado y cultivo de actitudes y pensamientos positivos se hace indispensable para conseguir mejorar la «percepción de uno mismo». Cecilio me comentaba: «¡Me encuentro bien!, ¡puedo pasear!, ¡me gusta leer!, ¡disfruto con las películas del Oeste!, ¡me ilusiona la partida y la tertulia con los amigos!, ¡disfruto de la comida!, ¡me regocijo de mi relación con mi esposa!, ¡con el sexo hacemos todo lo que podemos!, ¿qué más puedo pedir?».

Naturalmente, Cecilio encuentra con este conjunto de ideas y pensamientos una «actitud positiva», esencial para su envejecimiento saludable y feliz. Muchas personas de 80, 90 y 100 años, como Cecilio, continúan inmersas en su proceso de envejecimiento saludable y feliz, independientemente del sufrimiento, de los achaques, de las subidas y las bajadas, de las curvas de la propia vida. A Cecilio no le ha tocado la lotería, lucha con energía para tratar de luchar contra los «tóxicos» de la vida (cansancio, hastío, aburrimiento, engaño, impotencia, frustración, resignación, hipocondría, etcétera). Cecilio se deja seducir por el encanto de la vida, por los pequeños placeres de la vida. Stephen Hawking, a pesar de la enfermedad neuronal motora que padece, ha manifestado que su enfermedad le ha enseñado a no compadecerse, porque hay otros peor que él y porque todo a su alrededor es un emocionante canto a la fuerza de la voluntad y a superar las propias limitaciones. Charles Chaplin los expresó de forma certera: «Sonríe aunque te duela el corazón».

José Antonio Flórez Lozano, profesor catedrático de Ciencias de la Conducta.

Departamento de Medicina. Universidad de Oviedo

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