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Hartazgo, hastío, indignación

22 de Junio del 2011 - Miren Vilella Arriortúa (Cudillero)

Son, para resumir, los sentimientos que me embargan, por orden alfabético, ya que soy incapaz de jerarquizar la intensidad de cada cual, ni determinar si son correlativos, consecutivos o disyuntivos.

Soy consciente de que mi estado de ánimo lo comparten muchas más personas, pero ni me consuela ni me hace sentir especialmente solidaria, cosa que además me produce cierta desazón.

He asistido, como todo el mundo, a los acontecimientos protagonizados por los «indignados». Aunque empecé a torcer el gesto por la fecha elegida para iniciar su peculiar revolución –a mi entender inoportuna y no tan espontánea, por coincidir con la última semana de campaña electoral y permitir pescar a algunos en río revuelto– no puedo ocultar que me alegro de la rebelión de nuestra juventud por compartir muchas de sus reivindicaciones –¿y quién no?– y porque encrespa sobremanera a la bandería más rancia y reaccionaria de nuestra sociedad.

Voy al grano y expongo mi mayor coincidencia: el poder económico subyuga al poder político, que parece rendirse ante su avaricia, codicia y tiranía. De acuerdo. Y si el poder político es de orientación socialdemócrata, es el asunto, a bote pronto, aún más indignante. De acuerdo. ¿Cuál es la salida? ¿Cambiar el color político de los gobernantes? Algunos, muchos, creen que es la solución, visto el desparrame del PSOE en estas últimas elecciones. Pero se darán cuenta de su error cuando comprueben la incapacidad –por no decir negativa– del PP para zurrar y contener a este poder económico que, dicho sea de paso, se está regocijando de antemano por su exitosa estrategia de especulaciones y acertada connivencia con el acoso y derribo de los actuales gobernantes, de color tirando a rojo, rosa o morado, o como quiera. Cada cual es libre de opinar lo que le venga en gana, yo pienso que no es la solución, bien al contrario.

¿Dónde están y qué hacen aquellos que decían –parece mentira que a mi edad lo creyera– que, gracias a esta monumental crisis económica, se iba a poder reconducir, reformar, ajustar nuestro sistema capitalista y atar en corto a los mercados y especuladores? Pues, nada de nada. Y no se imagine esta juventud española indignada, con toda la razón del mundo, que con sus acampadas, asambleas y manifestaciones va a ser capaz de dar la vuelta a la situación. Gracias por su intento. Que sigan presionando ¿quién sabe? ¿Y luego qué?

Soy pesimista por mucho que me diga Rosa, mi amiga, que este movimiento sirve, al menos, para remover conciencias. ¡Ojalá!

¿Las conciencias de quienes? ¿De los presuntos o no tan presuntos- de cualquier tendencia y que repudio- corruptos, implicados, acusados, homófobos, xenófobos, machistas y protagonistas de demás lindezas que ostentan en tantos lugares de España este poder político? ¡Tienen la suya tan elástica que en ella cabe de todo! ¿Y qué me dicen de la conciencia de aquellos que les otorgan su voto y su confianza mayoría tras mayoría? ¿Tendrán su conciencia dormida o su alma robada? Es inquietante.

El mapa político español se ha teñido de azul para gozo de muchos y disgusto de otros, entre los que me encuentro. Es lo que ha querido el pueblo soberano. Amén.

¿Se merece el PSOE tan magno castigo? Unos dicen que sirve para que escarmiente y corrija errores –¡diablos, claro que los han cometido!– y explican que se han abstenido, o han votado a IU (para que entregue el poder al PP allá y acullá, lo digo yo)–, o directamente a cualquier derecha o a otras listas marginales a sabiendas de que no iban a salir elegidas. Otros insisten en la necesidad de cambio. ¿Cambio de rumbo? más a la derecha, privatizaciones al canto y los frágiles logros sociales a pique. ¿Cambio de caras? Cuando evidencias ciertas incongruencias, no saben precisar, es un batiburrillo, un tótum revolútum. Si fuera ésta la cuestión, bastaría acotar los mandatos. Para este viaje...

Así las cosas. Y así también las cosas en Asturias. Leo cartas exultantes con inquietantes tintes revanchistas. Asisto, turbada, al desmelene de los «casquistas» y a su desquite cainita. Por cierto, ¿quién me puede explicar, para que capten, sin demasiado esfuerzo, mis entendederas, qué es un partido «transversal», definición que Cascos y Rosa Díez han dado a sus respectivos partidos?

Contemplo, alelada, el curso de los acontecimientos.

Es que estoy harta, hastiada, indignada y viceversa de dos en dos. Y eso que no hablo de los pepinos...

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