Doblarán de nuevo las campanas
Concretamente mñana miércoles, día 11, se va a cumplir el quinto aniversario del salvaje atentado de Madrid, en las estaciones de El Pozo, Atocha y Santa Bárbara. Esta señalada fecha es una herida abierta en toda España, una herida aún sin cicatrizar en nuestro pueblo. Sólo ha transcurrido un lustro. Los días han ido pasando, aunque no para todos.
Pienso que el recordatorio del 11 de marzo de 2004 tiene que seguir siendo por muchos años una cita para la solidaridad en la sociedad española, que deberá ser expresada con mucha ternura y respeto por el dolor ajeno y con exquisito cuidado de no ser removido en demasía para evitar suspicacias y recuerdos. Recuerdos que, a medida que pasa el tiempo, por desgracia, se van diluyendo.
Sí, han sido 192 muertos los de aquel fatídico día, pero aún siguen quedando personas afectadas física y psíquicamente. Las heridas de estos «culpables» ya no se recuperan fácilmente con pastillas. Algunos de estos lesionados y mutilados siguen luchando por recobrar una difícil normalidad, e igualmente familiares de jóvenes fallecidos, que a pesar de los 1.825 días transcurridos siguen afrontando situaciones dolorosas por la sinrazón de esas pérdidas.
Sé de un buen chico, Benjamín, que continúa tratando de remodelar su vida. Aquella nefasta mañana salió de su casa, un piso alto sin ascensor, y aún no ha vuelto a él y, lo que es peor, nunca más podrá hacerlo. Se lo impide la silla de ruedas que se ve obligado a usar para siempre en sus movimientos cotidianos.
Y cuántos casos habrá como el de Benjamín, que, sin que hayan fallecido, su vida ya no es igual, y se ven forzados a servirse de medios mecánicos para poder desarrollar como Dios les da a entender una nueva forma de realizarse.
Por eso las campanas, todas las campanas, tienen que seguir doblando por las víctimas mortales, pero en esta fecha evocadora tienen que lanzar, asimismo, tañidos menos tristes pero sí con mensaje de mucha esperanza que haga meditar a los ciudadanos de este país nuestro sobre todos los supervivientes de la tragedia, y a estas malogradas personas que siguen resistiendo y encajando las agresiones de la vida, tratémoslas con suma tolerancia y dignidad, pues desde hace cinco años están pagando por algo que no cometieron y, de igual modo, no debemos olvidar que cada uno de nosotros pudo haber engrosado el elevado número de desaparecidos.
Vaya para todos ellos, impedidos y familiares, nuestra adhesión y solidaridad, con el ponderado ruego de que no se dejen abatir por su situación. Sabemos que no es fácil, pero todos unidos, por simple justicia humanitaria y social, tenemos que continuar intentándolo sin flaquear.
Hermanados, pues, por la tragedia, olvidemos, sí, pero recordando al mismo tiempo, con apoyo y sentimiento, todo lo acontecido aquel 11 de marzo y, además, persistiendo en ello sin dejarnos llevar por el desánimo.
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