Transparencia y voto electrónico
La gente está cada vez más indignada y no sólo los que se manifiestan con ese nombre. La desafección hacia la clase política es general y las protestas se extienden por todas partes. Un pueblo, cada vez más preparado, pide responsabilidades y cuentas. Muy fino han de hilar los nuevos gobiernos que se formen –a todos los niveles– pues parecen ser la última esperanza antes de que la gente se lance a la calle con consecuencias imprevisibles. Ayudaría la transparencia en las cuentas, que cuelguen en internet sus libros de contabilidad. El contribuyente tiene derecho a saber en qué se emplea su dinero. Asimismo debe instalarse de una vez el voto electrónico, sobra tecnología para ello. Entonces el ciudadano podría ser consultado en muchas decisiones sin tener que recurrir al engorro y los gastos de un aparato electoral al uso. Sobre todo, sobre los costes de oportunidad de determinados proyectos –léase gastos de participación en una guerra absurda o arquitecturas de coste prohibitivo, entre otros–. ¿Por qué no está implantado ya? ¡cambiarían tantas cosas! ¿Interesa realmente? Mejor sea que sí porque, como demuestra la Historia, lo que los pueblos no consiguen por las buenas acaban haciéndolo por las malas, tarde o temprano. Los ciudadanos dejaron de ser rebaños hace ya mucho tiempo.
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