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Respuesta de cortesía al ex presidente Álvarez Areces

22 de Junio del 2011 - Félix Martín Martínez (Oviedo)

Sin saber quién ha tenido la gentileza de facilitarle mi correo electrónico, recibo una carta de despedida de quien ha sido nuestro presidente del Principado de Asturias durante los últimos doce años. Pues, bien, dado que la carta en cuestión carece de remite, hago pública mi respuesta.

Comienza el ex presidente agradeciéndome mi trabajo durante todo su mandato. Pues, sí, la verdad es que de mi parte, al menos, he tratado de acometer mi tarea, no pocas veces con la sensación de estar solo ante el peligro. Y es que, valga la expresión, la Administración educativa en la que presto mi trabajo ha tenido por norma la defensa de cualesquiera argumentos, siempre y cuando éstos no fueran provenientes de quienes somos los principales actores del proceso educativo, el profesorado. Así las cosas, lo único importante es, parece ser, que la educación se convierta en un todo vale, con tal de engordar las listas de titulados en no se sabe qué. El resultado, bien conocido, nos coloca en los últimos puestos de la fila de los informes «PISA». Si de disciplina hablamos, la situación no puede ser más declinante, y donde usted, señor Areces, ha obviado la figura de la «autoridad» del profesorado, tal y como ya han hecho otras comunidades autónomas.

Continúa su carta presumiendo de la multiplicación del número de funcionarios, lo que en sí mismo no significa nada. La eficacia o no de la Administración nada tiene que ver con el aumento del funcionariado. Eso sí, se olvida usted de incluir en tamaña multiplicación adjudicaciones fraudulentas como la de su señora esposa, Soledad Saavedra, diplomada ella, y a quien usted ha colocado en un puesto de directora del Instituto Adolfo Posada para el que se requiere la titulación de licenciado. Y eso por no citar, claro, otros cargos nombrados por usted, como los del otrora comunista de juventud, como usted, señor Riopedre y cía.

Lo que no es capaz de reconocer usted es que también ha multiplicado el número de coches oficiales Phaeton (a 17 millones cada uno), multiplicado el organigrama de sus asesores y allegados nombrados a dedo, que las empresas públicas (y sus respectivos consejos de administración) son el chollo de sus amiguetes, que incrementan así sus ya de por sí millonarias soldadas; que cada Navidad usted ha tenido la «esplendidez» (a cargo del erario) de repartir cestas con productos «first class» y bombones de la misma casa donde compraba Carmen Polo de Franco, o que hasta hace poco usted y sus señorías gorroneaban a pasto (gratis total) en la cafetería de la Junta del Principado.

«Afrontamos épocas difíciles», me dice en su carta. Pues, verá, habrían de ser menos difíciles si su compañero Zapatero hubiese tenido los arrestos de reconocer a tiempo el huracán de la crisis, en vez de hablar de «desaceleración» o tratar de engañarnos con pamplinas como la «alianza de civilizaciones» y majaderías de este tenor, dejando pasar dos años sin afrontar dicha crisis, tal y como han hecho otros países, que ya están a trance de crecimiento. Pero hay mucho más, señor ex presidente, usted nos deja una Asturias envejecida (la más del mundo) y prejubilada. Y es que había que contentar a la casta sindicalera minera y prejubilar a chavales de cuarenta años con tal de que callaran las barricadas y los voladores. ¿Qué queda a cambio? Pues una Asturias desvalijada y distante, una región sin conexiones internacionales por tierra, mar y aire, con socavones como el Unquera-Llanes, una red de carreteras a media asta (autovía de Occidente), o una equipación ferroviaria cada vez más disminuida y obsoleta. Ha sido incapaz de demostrar su valía como gestor público alzando la voz en Rodiezmo, o en la «conferencia de presidentes», de la que tanto presume el presidente del Gobierno de España; incapaz de reivindicar los incumplimientos de Zapatero (céntimo revolucionario de la gasolina), o para reclamar las eternas promesas incumplidas por el ministro-bachiller José Blanco, acerca del AVE a Madrid, etcétera. Se olvida usted, señor Areces, de que nos deja una Asturias con más de 90.000 parados, en lo que ya constituye toda una legión de asturianos en el mundo.

Eso sí, por grandonerías que no falte. Tenemos una Casa de Asturias en Bruselas que nos ha costado más de 4.000 millones de pesetas, y que no sirve para nada, absolutamente; una televisión autonómica que nos cuesta 5.000 millones al año, para clonar las carreras de Fernando Alonso que ya emiten otras cadenas nacionales; un nuevo hospital que, siendo necesario, ha multiplicado por cinco su presupuesto inicial, lo mismo que sucede en el nuevo Muselón, precisamente por su falta de previsión, y con el agravante, en este último caso, de que nadie sabe para qué va a servir.

Y acaba usted su carta, deseándome lo mejor para mi vida personal y profesional. Lo mismo le deseo yo a usted, señor Areces, con la seguridad de que la suya y la de su familia habrá quedado bien blindada con jubilaciones, soldadas y complementos por cargos públicos que le darían para vivir cinco vidas más si fuera posible, sin el agobio y el acongojamiento que padecen los más de 90.000 asturianos a los que su mala gestión tanto ha maltratado. Atentamente, y cuya vida Dios guarde.

Félix Martín Martínez, Oviedo

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