La II República, señores, fue legítima
Me dispongo a responder al señor José Ramón Rodríguez Fernández, cuya carta «Socialistas, ¿por qué no os retiráis ya?» ha sido publicada el día 22 de junio.
Usted, señor, compara a los «socialistas» –entrecomillo porque poseen ese calificativo sin merecerlo– actuales con los que resultaron elegidos hace ochenta años... buenos tiempos aquellos pasados, o, al menos, buenos en cuanto a que dichos políticos socialistas hacían honor a su nombre.
Aclarado ese punto, nace en mí una duda capital: los libros de Historia que he estudiado –principalmente este año–, profesores, documentales, opinadores, ¿me engañan?
Según usted, la II República española llegó al poder a través de lo que –según su opinión– fue un golpe de Estado... entonces, las fuentes de saber que he citado me han mentido durante mucho tiempo porque para ellos, dichas elecciones contaron con un 90% de participación del censo –tengamos en cuenta, además, que en 1931 no se disponían de las facilidades actuales para ir a votar.
Usted dice, además, que las izquierdas vencieron en los núcleos urbanos: si hoy en día se me afirma que un pueblo puede reunir el mismo saber que una ciudad, me lo creo, pero ¿hace ochenta años? Por favor, cuando esas elecciones –convocadas por Aznar, no por el monarca– se celebraron, dichos pueblos estaban controlados por caciques, y muchos votantes sí que fueron bajo soborno caciquil, por no hablar del analfabetismo imperante.
No se confunda cuando dice que muchos votantes de izquierdas estaban ya fallecidos, porque esos son hechos acaecidos años atrás durante la alternancia bipartidista.
La salida masiva a las calles para celebrar la victoria democrática –sí, reconozco que para los que tratan la Historia sin saber, asociar esta palabra con II República es doloroso cuanto menos– fue totalmente pacífica, así que no entiendo por qué lo cita, ¡como si salir a la calle fuera algo malo, oiga!
Para finalizar, no se piensen ustedes, lectores, que intento defender mi ideología, simplemente defiendo la Historia, le pese a quien le pese; así que, por favor, que no se le atribuyan dichos calificativos despectivos a la que, posiblemente, fue la época de mayor esplendor democrático en España –le duela a quien le duela, la Historia no se puede cambiar.
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