¡Qué pena de Adoración Nocturna!
A raíz de la última vigilia de la Inmaculada me siento con la obligación moral de hacer algunas consideraciones. La misma fue, como viene sucediendo últimamente, minoritaria. Apenas un centenar de personas, en su mayoría mujeres de avanzada edad. La vigilia de los jóvenes por antonomasia -la de la Inmaculada Concepción- estaba carente de jóvenes, me sobran los dedos de las manos para contarlos a todos.
Más gravedad adquiere la situación al contemplar cómo en los últimos años ha ido disminuyendo progresivamente el número de fieles en las diferentes vigilias extraordinarias de nuestra querida Adoración Nocturna. Amargura y pena por la triste realidad.
No quiero hacer una crítica destructiva, todo lo contrario, pretendo que esto sirva para reflotar este barco que se hunde, pero para ello hace falta la colaboración de todos, todos debemos poner de nuestra parte, ya que todos tenemos nuestra parte de culpa en la situación actual.
La apatía y la desgana de unos, la dejadez de otros y la indiferencia de muchos nos han llevado a la situación actual. Parece que a nadie le importa que tales hechos ocurran. Nos estamos convirtiendo en adoradores light o descafeinados. No existe empeño -más bien todo lo contrario- para tratar de recuperar el esplendor que hace tan sólo unos pocos años presumía tener nuestra querida Adoración Nocturna, las naves catedralicias rebosantes en las diferentes vigilias eucarísticas, cargadas, por otra parte, de esplendor y fervor popular.
Es evidente el retroceso seguido en los últimos años y resulta descorazonador que miembros de nuestra Sección de Oviedo, conocedores de tal situación, se estén inhibiendo o, como vulgarmente se dice, estén pasando de todo, sin darse cuenta de que la omisión que practican ante tales hechos, además de suponer una actitud cobarde y escasamente caritativa, constituye una actitud pecaminosa al igual que los cometidos de pensamiento, palabra u obra. Ningún desprecio mayor que el de la indiferencia.
No queda mucho tiempo, pero creo que aún es posible volver a ser lo que fuimos. Debemos remar todos en la misma dirección, colaborar y, sobremanera, ayudar al que no sabe. Sólo así volveremos a tener una Adoración Nocturna pujante, viva, unida, estimulante y auténtica.
Vivimos en una sociedad en la que cada vez Dios importa menos. El laicismo, a veces beligerante, cada vez impera con más fuerza. Y no pasa nada. La vida continúa. Sí, así es, pero una vida vacía, hedonista y materialista, carente de valores, aún de los más básicos y elementales. Para paliar este déficit los adoradores nocturnos tenemos la suerte de contar con el Santísimo Sacramento ante el que mensualmente, en nuesetras vigilias, nos reconfortamos y cargamos las pilas para poder continuar. Los encantos de la Adoración Adoradora provocan en nosotros al finalizar las vigilias el deseo de volver a Cristo con el corazón más amoroso y entregado, en Él encontramos cada día nuevo amor, nuevos beneficios y nuevos consuelos. En el amor Eucaristía encontramos el amor que no ha querido separarse de nosotros, el amor que no ha podido dejarnos solos, es el amor que se comunica y que se da. Siempre recibimos mucho más de lo que damos. ¿Vamos a dejar que desaparezca? La Adoración Nocturna debe volver a ser prioritario en nuestras vidas. Nuestra fe debe ser más fuerte que la presión social a la que estamos sometidos.
Deben mejorarse las vigilias extraordinarias, hacerlas más participativas, aceptando, por ejemplo, la colaboración de los jóvenes y abiertas a otros sacerdotes. Es importante además procurar un adecuado acompañamiento musical que realce la solemnidad de los acontecimientos en determinadas vigilias como las del Corpus o la Inmaculada.
Nuestro boletín, verdadero anexo de unión entre todos, debe ser igualmente mejorado y recobrar la periodicidad mensual. Debe ser algo más que, salvo excepciones, una reseña de la vida de los santos y un calendario de vigilias. Contribuyamos a mejorarlo con nuestras aportaciones.
No podemos seguir así. Hemos de preocuparnos y comprometernos con todas las consecuencias. Es el momento de pasar a la acción, si no lo hacemos desaparecerá y todos saldremos perdiendo. Olvidemos nuestras rencillas y enfrentamientos, aparquemos el orgullo, acabemos con la indiferencia y apatía que nos invade y domina, demos un paso al frente y digamos como Samuel: aquí estoy Señor: Habla, que tu siervo escucha. Nada se logra con el silencio. La Adoración Nocturna será lo que nosotros seamos.
Procuremos engrandecer nuestra querida y centenaria obra, que cada adorador trata de aportar otro nuevo, haced partícipes a vuestras amistades y, especialmente, a vuestros hijos y nietos. La mies es mucha y los obreros pocos.
Tengo serias dudas de que todo vuelva a ser como antes, por ello de rodillas, delante de nuestra Madre, en la última vigilia de la Inmaculada, haciendo repaso de la situación actual, con profunda tristeza no pude por menos que exclamar ¡que pena!
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