Muy de Trelles
No hace falta ser filólogo para saber que el adverbio «muy» no casa con un nombre propio, aunque algunos que son dados a los matrimonios raritos lo intentaron en la última campaña electoral, utilizando entre otros un eslogan que rezaba: «Muy Asturias» (sic). Obtuvieron el mismo «éxito» con el resultado de las elecciones que con el eslogan. Si al adverbio «muy» le añadimos la preposición «de» ya se puede intentar el casorio con un nombre propio. Servidor lo intenta en el epígrafe de hoy para proclamar que, pese a vivir allí solamente los nueve primeros años de mi vida, me siento muy de Trelles, el pueblo donde nací, situado en el municipio de Coaña, en el occidente de Asturias. En Trelles nació también don Gonzalo Anes, el director de la Real Academia de la Historia, que últimamente fue objeto de durísimas críticas por parte de la «seudoprogresía» y de los adalides del pensamiento políticamente correcto. La manzana de la discordia fue el Diccionario Biográfico, magna obra de cincuenta tomos, que recoge la biografía de cincuenta mil españoles, nada menos.
Hasta el que asó la manteca sabe que la misma noticia contada por dos personas de diferentes ideologías varía notablemente. Poco tiene que ver el noticiario de la Sexta, por ejemplo, con el de Intereconomía. Por eso, cualquiera entiende que, entre cincuenta mil biografías, escritas por diversos autores, habrá renglones más que discutibles y adjetivos más o menos afortunados. ¿Qué te parece que a Franco le cuadra mejor el calificativo de «dictador» que el de «autoritario»? ¡Pues vale! Lo dices a quien corresponda y si se tercia, se corrige. Y punto. Pero convertir en «casus belli» este asunto, con la que está cayendo en el país, no deja de ser una frivolidad. Que se erijan en censores literarios los mismos que le llaman «cónyugue» al cónyuge, los que utilizan el «deber de» por «deber» y viceversa, e incluso le llaman «retonda» a la rotonda, sólo puede provocar hilaridad. Que acusen a la Academia de vender ideología quienes pretenden educar a los hijos de los demás con su peculiar Educación para la Ciudadanía no deja de ser una hipocresía farisaica.
Ni tengo parentesco con don Gonzalo, ni apenas le he visto, pero me siento muy de Trelles y defiendo a los de mi pueblo. ¡Para un convecino que accede a un cargo importante a nivel nacional nos lo quieren defenestrar por un quítame allá ese adjetivo! ¡Venga ya, hombre! ¡Ya está bien de colar mosquitos y tragar camellos! En fin, que el señor nos conceda discernimiento a todos, especialmente a los que nos gobiernan, para distinguir el trigo de la paja, las cosas importantes de las secundarias. Amén.
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