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Ángela Vallina y el principio de Pascal

30 de Junio del 2011 - Paco Domínguez (Avilés)

El principio de Pascal, en el terreno de la metafísica, es de un razonamiento tan práctico como falto de sensibilidad ética. Propone el filósofo y científico francés apostar por la existencia de Dios, ya que de ser falso este presupuesto, nada perderíamos y, por el contrario, todo serían beneficios caso de que en el más allá nos encontrásemos con la luz de la resurrección. Es decir, Pascal propone jugar sobre seguro al margen de la construcción teológica de la razón que a cada individuo le inspire. De un plumazo acaba con el romanticismo religioso.

Ángela Vallina, a lo que se ve, tan poco romántica como Pascal, pensó que si cogía a la oposición subida al guindo ganaría los cargos adicionales al consistorio, llamados órganos supramunicipales, para sus correligionarios y para ella misma, y si, por el contrario, estaban alerta, como así sucedió, no tenía nada que perder. Había que probar los disparos desde fuera del área por si el portero, en este caso la oposición, andaban a uvas y les colaba el gol.

Pero las tácticas de Vallina, sobradamente conocidas, para tener un mínimo éxito, tendrían que coger a la oposición, más que dormida, muerta. Como a doña Ángela, ya no le valen las estrategias autoritarias que practicó hasta la saciedad en el último mandato, pide el auxilio de Tirador, quien sale a sofocar el incendio metiendo botellas de gasolina en las alforjas del PSOE.

Ángela Vallina recoge ahora las tempestades de aquellos vientos que ella, con la inestimable ayuda de Garrido, sembró a lo largo y ancho de la pasada legislatura. La prepotencia y el juego sucio fueron el denominador común en su pasada acción de gobierno. Tanto es así, que toda la oposición, con motivo de la trifulca protagonizada por esta señora en La Braña, la acusó de secuestrar la democracia, de autoritarismo, de oscurantismo, de sectarismo y de matonismo político. En la trifulca, entre otros, también estaba inmerso el señor Garrido.

Ángela Vallina se pasó por el forro de sus caprichos el acuerdo tomado en Pleno municipal para volver a adjudicar el servicio de agua a Aqualia. Para esta señora, los acuerdos tomados democráticamente, si no cuentan con su aceptación, no tienen ningún valor.

Lo que debería hacer Alberto Tirador con su camarada y colega, no es intentar sacarla del charco, sino darle unas lecciones prácticas sobre usos y costumbres democráticas.

Para terminar, parafraseando a Pascal, es cierto que el corazón tiene razones que la razón no entiende, pero, en el caso de los políticos, su corazón, debe tener razones democráticas que entiendan la oposición y la razón del ciudadano.

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