Quo vadis?, señor Bono
Según parece, los oficios, por altos que sean, no cambian a las personas. No se puede comprender que el presidente del Congreso español se despache en una televisión, y de gran audiencia, con aquel cinismo con el que le vi comportarse en «La Noria» en el programa del sábado día 25 de junio, dando sablazos a todo lo que odia. Un presidente del Congreso español ha de tener más moderación y ser persona equilibrada y responsable.
Estaba yo en un hotel de Valladolid y como no podía, después del viaje, conciliar el sueño, recorrí las cadenas de la televisión a ver si había algo para distraerme, y vi cómo el señor Bono, con la imprecisión no propia de un jurista, daba mandobles a diestra y siniestra con muy poco acierto. Entre las muchas cosas que podría apuntarle, sólo quiero tratar un tema, que supone un craso error y que parcialmente le había oído en alguna otra ocasión.
Subtítulo: Errores del presidente del Congreso sobre el matrimonio
Destacado: El amor de padres e hijos no me dirá que es matrimonio, ni el que existe entre amigos de un equipo, ni de compañeros de juego, ni tampoco el que una persona tiene hacia su perro o su caballo, ¿o son para usted matrimonio?
El interlocutor cambia de tema y empieza con un ataque a la convocatoria de la juventud en el mes de agosto con el Papa. Copian unas frases recortadas y fuera de contexto, que no entendí salvo el último que dijo que la misa es la representación de la crucifixión de Jesús. El señor Bono saltó como una fiera enjaulada para decir que no estaba en nada de acuerdo con aquello, porque el matrimonio es amor y mientras haya amor no debe meterse nadie en lo que haga cada uno. Me pareció como una reacción de ofendido, defendiendo a las parejas lesbianas y gays.
Señor Bono, ¿cómo siendo jurista, o al menos así se autocalifica, no sabe distinguir entre el amor y el matrimonio? ¿Cómo no sabe que el matrimonio es una institución, es decir, una figura jurídica, y no un afecto? En este derecho occidental, heredero del derecho romano, desde aquel primitivo matrimonio conferreatum romano hasta su teoría, el matrimonio ha sido siempre una institución jurídica. Y las instituciones jurídicas no son ni se crean por un afecto de amor, sino por un acto de voluntad, por el que se asumen derechos y obligaciones, y, por tanto, se requiere para que haya una institución un acto de voluntad con el formalismo que se requiera para darle publicidad y entrada en las relaciones sociales.
Además tampoco se ha enterado de que el concepto amor no es unívoco, sino que se usa con muchas acepciones, lea a Joseph Pieper, un pequeño libro que titula «Amor», y verá los tipos de amor que se pueden dar, y no me dirá que todos ellos son amores que constituyen matrimonios. Usted no hizo ninguna distinción y entonces su afirmación es un error que no puede admitir una persona medianamente conocedora del derecho. Pues el amor de padres e hijos no me dirá que es matrimonio, ni el que existe entre amigos de un equipo, ni de compañeros de juego, ni tampoco el que una persona tiene hacia su perro o su caballo. ¿O son para usted matrimonio? Y cómo se puede ser presidente de un Congreso, que legisla sobre el matrimonio, sin saber qué es una figura jurídica.
Ya es hora que termine esta legislatura, pues es muy preocupante que el presidente del Congreso español no sepa lo que es el matrimonio, y no sólo es él, sino muchos de su partido. ¡Y con esos errores han legislado con ligereza sobre el matrimonio y la familia!
Juan Goti Ordeñana, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado. Emérito de la Universidad de Valladolid.
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