La Nueva España » Cartas de los lectores » Un domingo en Ceuta (en recuerdo de José Manuel Gómez-Tabanera)

Un domingo en Ceuta (en recuerdo de José Manuel Gómez-Tabanera)

3 de Julio del 2011 - Ernesto Burgos (Oviedo)

Era un domingo del verano de 1980 y el sol inclemente del mediodía ceutí hacía subir la temperatura en el interior de las cabinas telefónicas de las calles hasta un límite imposible. Aún no existían los móviles y por eso siempre había una cola de soldados pegadas a ellas como un apéndice natural, que sólo se rompía cuando el calor forzaba a resguardarse. Pero yo tenía algo que contar aquel día y por eso me cocía dentro de una, deshidratándome bajo el uniforme preconstitucional que ya sólo se utilizaba al sur del Estrecho, abrochado hasta el último botón, y completamente empapado en sudor.

Cuando acabé de hablar, lo vi esperándome, protegido por un confeti de sombra.

–Me pareció que era usted, pero sin barba y así vestido…

Fue como una chispa en la mediocridad de aquellos días absurdos y, tomándome una confianza que nunca había tenido con él, lo abracé como un náufrago puede abrazar a su tabla salvadora.

El profesor Tabanera venía de Málaga, donde estaba revisando algunos yacimientos, y había decidido pasar el domingo en Ceuta. Yo era uno de los últimos alumnos a los que él había dado clases en la Universidad de Oviedo y quizá me recordaba por eso, así que me invitó a comer. Lo llevé a un restaurante que se llamaba La Parra, con el techo del comedor pintado con pámpanos, uvas y zarcillos.

–¡Sepa que está viviendo en el Altamira de un vegetariano! –le dijo a un atónito camarero.

Y allí comimos, bebimos y hablamos, todo con abundancia. Después, a eso de las cuatro, me hizo una petición.

–Burgos, yo estoy acostumbrado a echar una siestecita y le agradecería que me dejase en algún sitio próximo.

Le hice notar que estábamos en la zona alta de la ciudad, lejos de los hoteles, comentándole como anécdota que muy cerca se encontraba un burdel al que sólo se permitía entrar a la oficialidad, por lo que era de suponer que las camas estuviesen limpias. Por lo visto, la siesta debía de ser tan imprescindible que aceptó ir hasta allí sin más remilgos. Nos recibió la madame, a la que informé en mi condición de ayudante sobre las castas intenciones del imaginario comandante Tabanera, de modo que accedió al local para tomar lecho sin compañera, aunque, eso sí, pagando completamente la ocupación. Entonces nos despedimos.

Años después volví a verlo y me contó que había descansado plácidamente y sin intromisiones.

Al profesor Gómez-Tabanera le debo, además de este recuerdo, el de sus clases cálidas y alejadas de la rigidez que se vivía en aquella vetusta facultad, pagando a veces de su bolsillo toda clase de materiales en una actitud que algunos nunca llegaron a entender; el conocimiento directo de numerosas cuevas por toda la cornisa cantábrica; las visitas al aula de prestigiosos prehistoriadores que hoy sólo llegarían hasta Oviedo para recoger algún premio… De él aprendí una visión heterodoxa de la investigación histórica en la que son más importantes los hombres que sus obras. Hasta siempre, profesor.

Cartas

Número de cartas: 45982

Número de cartas en Septiembre: 86

Tribunas

Número de tribunas: 2085

Número de tribunas en Septiembre: 7

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador