Nuestros jóvenes asturianos
Nuestra bella tierra es admirada por la mayoría de los viajeros que se acercan por aquí, tanto de paso como de vacaciones, sus verdes arboledas, sus valles, sus montañas unas veces escarpadas, otras con bosques milenarios, el mar Cantábrico; el clima es ideal para los visitantes que huyen de las altas temperaturas del interior de la Península, admiran sus verdes praderas, sus manjares alimentarios y muchas más cosas que poseemos, hasta su lluvia. Estamos orgullosos de nuestra terrina, de lo que no estamos ni estaremos es de nuestros gobernantes, que es la segunda vez en quince años que permiten que haya un éxodo migratorio de nuestra juventud, es un continuo goteo la salida de una gran parte de nuestros jóvenes, la mayoría, preparados, con carreras universitarias, que tienen que buscar nuevos horizontes en otras comunidades autónomas porque en la suya no existen ni empresas ni empresarios dispuestos a crearlas, ni clase política de ningún color que tome medidas en este sangrante tema. Los jóvenes talentos que podían hacer que nuestra tierra fuese una de las más prósperas de la nación hoy ponen su preparación al servicio de otras comunidades que se están beneficiando de su saber, allí trabajan y aumentan la población joven y la natalidad; la aportación de mano de obra, necesaria para mantener el desarrollo económico y aumentar la población activa, los ingresos en Seguridad Social; y el enriquecimiento cultural, y ya no digamos los que tienen un elevado nivel educativo o profesional, se tienen que ir para conseguir mejores condiciones de trabajo, vida o salario. Este hecho tiene consecuencias negativas en las comunidades de salida si la persona que migra no regresa nunca, porque aquí se ha gastado una elevada cantidad de dinero en su formación inicial, y se beneficiará la comunidad de acogida, que puede contar con personas altamente cualificadas sin haber gastado nada.
Pero lo más triste de todo esto es para esos padres que los vemos primero marcharse y más tarde formar su familia, y aquí nos quedamos, solos, tristes y esperando que llegue el mes de agosto para ver a unos nietos que no nos conocen, que se cogen a las piernas de sus padres cuando vas a darles un beso, y tu corazón se encoge mientras las lagrimas corren suavemente por tus mejillas. Cuando el mes de agosto va pasando y tú vas ganando ya el cariño de tus niños llega de nuevo la despedida, y de nuevo las lágrimas, pues sabes que el próximo año tendrás que empezar de nuevo a ganártelos. Los verás, con suerte, por Navidad tres días cada dos años, y si tu situación económica te lo permite algún fin de semana que te desplaces en avión a visitarlos, al final cada vez que los ves es un sufrir porque después de la mayor parte de tu vida luchando cuando ya llega la hora de disfrutar de tu familia, ves que tus dirigentes políticos no son capaces de dar a sus votantes aquello a lo que todo ser humano tiene derecho, según la Constitución: un trabajo digno para todos; señores, dejémonos de crisis, que ésta fue la misma para todos los lugares de España, y no sólo en Asturias.
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