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Sin que él lo supiera, ni Sarkozy lo espera

2 de Julio del 2011 - Félix Richard

Recordatorio de recordatorio. Algunos días no viene el ruiseñor y, otros, dos veces.

Desde hoy (ayer) a las 20.33 horas exactamente, no habíamos vuelto a reencontrarnos después de esfumarnos más de 8 días. Sí, «La Tacita» y este escribidor nos habíamos largado... Bueno, al menos nosotros con vosotras/os sí queríamos vernos nuevamente las caras y abrazarnos... ¿Acaso también os ha pasado lo mismo? ¡Qué pregunta más comprometida, ¿verdad?! El caso es que aquí sobre la mesa a la izquierda del ordenador tenemos un mensaje que en estos momentos nos apetece reiterarnos (reiterárnoslo a nosotros mismos). Se trata de la historia del nacimiento de «Cien años de soledad», novela (dice Gabriel García Márquez) «que me estuvo dando vueltas en la cabeza unos 17 años. Pero no encontraba el tono para que tal historia me la hiciera creíble a mí mismo. Un día, yendo para Acapulco con mi mujer y los niños, tuve la revelación: debía contarla como mi abuela contaba las suyas. Sin el amor de mi pareja no habría llegado a escribir el libro. Ella se hizo cargo de la situación. Yo había comprado meses atrás un automóvil. Lo empeñé y entregué toda la plata en casa calculando que nos alcanzaría para vivir unos seis meses. Pero a mí me llevó 88 semanas escribir lo que quería escribir. Cuando el dinero se acabó, ella no me dijo nada. Logró, no sé cómo, que en la tienda de comestibles le fiasen y que el dueño del apartamento nos esperara dos años para cobrar el alquiler. Ítem más: inclusive cada cierto tiempo traía quinientas hojas de papel. Y una vez que terminé la novela puso el manuscrito en el correo para enviárselo a la Editorial Sudamericana, quien lo pasó a Bruguera». «¿Y si después de todo (pensó García Márquez cuando se enteró pe por pa de los pasos que el amor de su pareja había realizado, resulta que la novela es mala...?».

Despedida y cierre. Antes del punto final, decir que sentimos que el presidente francés, Sarkozy, fuese agredido recientemente por un ciudadano en la localidad de Brax, en el sur francés. El arriba firmante aprecia a Sarkozy desde que el fotoperiodista asturiano/gijonés Manu Brabo, Tatiana, azafata asturiana y algunas compañeras con tres colegas de Manu que llegaron a casa después de estar 44 días retenidos en el extranjero por quienes todos sabemos. Gracias, Sarkozy, por aquel comportamiento. Érase una vez.

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