Las ocurrencias de Nuria Espí
De pronto, o de tarde, según cómo se mire, a la delegada del Gobierno para el plan nacional sobre drogas, Nuria Espí, se le enciende la bombilla de bajo consumo y da a luz una nueva asignatura que viene a modificar, se supone que ampliándolo, el currículum de nuestros estudiantes desde sus primeras letras. Después de la ocurrencia y ya metidos en gastos, me imagino otras novedosas asignaturas de gran relevancia curricular, algunas de las cuales ya han sido expuestas ocurrentemente en el pasado.
Técnicas para prevenir incendios, conducta vial segura, la sexualidad y los adolescentes son algunas de las muchas asignaturas creadas por mentes ociosas con buena voluntad. Desde siempre, todos estos temas de interés social son tratados en las sesiones de tutoría, en muchos casos, apoyados por especialistas en los diversos campos, que contribuyen a mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje de estas cuestiones. Otros argumentos como el reciclaje de productos contaminantes, protección del medioambiente, etc., son explicados desde distintas asignaturas dentro de los llamados contenidos transversales.
Los currículos de las enseñanzas obligatorias tienen un número de horas prefijado legalmente, de tal manera que si introducimos una nueva materia, habría que reducir el horario de otra u otras, dependiendo de su extensión horaria y, además, antes de enfrentarse en el aula a la nueva asignatura, debe ser elaborado su desarrollo curricular, incluida la evaluación, para incardinarla dentro del marco legal. La primera consecuencia de esta, digamos genialidad, es que, previsiblemente, se verán aumentadas el número de asignaturas de dos horas, las llamadas marías, con las consecuencias lógicas que no es necesario explicar.
Esta genialidad de Nuria Espí, que estoy seguro propone con la mejor voluntad, viene a reflejar la necesidad que tiene nuestro país de concertar políticamente un nuevo marco educativo y sus correspondientes programas curriculares. No es de recibo que en cuestión tan seria como la educación de nuestros jóvenes, nos movamos en el terreno de la ocurrencia permanente. Nuestras autoridades y toda la comunidad educativa tienen un conocimiento preciso y exacto, a través de los chequeos del informe Pisa y la evaluación diagnóstico, realizada por cada comunidad autónoma, del estado en que se encuentra nuestro sistema educativo. Solo hace falta algo que hasta la fecha ha sido imposible lograr: un acuerdo político de amplio consenso en materia educativa.
Para concluir: ¿qué parte de la educación de nuestros jóvenes dejamos bajo la responsabilidad de sus padres?
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