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Réquiem por el niño

6 de Julio del 2011 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Hoy ya no hay niños, lo que se dice niños de verdad, inocentes, ilusionados, sin malicia alguna, que jugaban y se entretenían con cualquier cosa. Y aunque parezca extraño, eran felices. La cibernética ha hecho que el niño pase del clásico juguete y opte por todos esos artilugios, verdaderos «comecocos», que le seducen y crean adicción. El niño, por lo tanto, ya no juega, sino que manipula, golpea y hasta grita y se enfurece ante el ordenador, destructor de esa inocencia en tantos casos. Si a esto añadimos ciertos programas de ciertas televisiones –basura social, inmoral y agresiva–, entonces la destrucción es completa en el niño, que deja de serlo sistemáticamente.

Todos hemos sido niños un día, más o menos lejano, y a los que tenemos esa niñez lejana y perdida en el tiempo nos sobran elementos de juicio y razonamientos para poder considerar y analizar el cambio experimentado hoy en el niño –digamos más bien fracaso–, al que le han hurtado la inocencia y hasta la felicidad. Sí, porque los peques no son felices hoy, como lo hemos sido nosotros, a pesar de la guerra civil y todas sus miserias. Están saciados, mimados, consentidos e insatisfechos, lo tienen todo –hasta el puñetero teléfono móvil– y no tienen nada. Están vacíos de lo más elemental: esa inocencia y la ilusión de entretenerse y ser felices con las cosas más simples y sencillas de la vida, que dan paso a una adolescencia y juventud ilusionadas, limpias, prometedoras, tan importantes en la debida formación del ser humano.

Y uno se pregunta: ¿qué ha sido de aquellos juegos de antes, como la peonza, las chapas, el «pinchu», los banzones, el lirio («lirio, lario, vete a casa de tu tío el boticario»), el piocampo y tantos otros no recordados ahora, que tenían su época, su momento, sin que nadie lo anunciara o estableciera? Pues que ya no existen, como el niño de ayer. Réquiem por él, por ese niño que hoy deja de serlo ya en cuanto cobra uso de razón y se asoma a este mundo cibernético –materialista y carente de idealismo– que le llevará por caminos diferentes, ¿equivocados?, sin un horizonte ilusionado y esperanzador.

Decía el poeta alemán Hölderlin que «el que no fue niño totalmente, difícil será que se convierta totalmente en hombre». Esto lo dice todo. No hay más que añadir.

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