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Y dale con el jabalí

8 de Julio del 2011 - José Luis Suárez Sánchez (Madrid)

Hace unos días regresé de mi pueblo, Piñera Baxo (Lena). Encontré a la gente «indignada». Ramona, Dionisio, Rosina... todos estaban «endiablados» contra el jabalí. Les había destrozado la cosecha de patatas. Y a la vera del pueblo. La indignación se agranda cuando los responsables de eso que llaman «protección de medio ambiente», o ICONA, no sé qué rollo... minimizan el «destrozo» producido por dichos animales y desprecian olímpicamente el trabajo, el esfuerzo, la inversión en el producto sembrado, y el fruto de su cosecha. Es decir, no tienen para nada en cuenta los daños y perjuicios ocasionados. Por si alguien de los responsables de dichos organismos no lo saben, «perjuicio» es definido por el DRA como «detrimento patrimonial que debe ser indemnizado por quien lo causa».

Sería muy largo debatir sobre la «Declaración Universal de los Derechos del Animal». Además soy un analfabeto en eso que llaman Derecho y que yo veo muy «torcido» y «retorcido». En el art. 2b de dicha declaración se dice: «el hombre, en tanto que especie animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a otros animales o de explotarlos violando este derecho...». Ah, y el jabalí «especie animal» ¿tiene derecho a «machacar» y expropiar a ese otro «animal» que es el ser humano? Todo el que puede adquirir derechos es porque a la vez adquiere obligaciones. ¿Dónde descansan las «obligaciones» de ese animal que llaman jabalí? Si yo, «en tanto que especie animal», cometo un atropello, soy juzgado, imputado y condenado. El jabalí no, es una especie privilegiada.

Respeto profundamente a los animales, y les profeso un cariño especial. Nací entre ellos, y viví mi infancia con las ardillas, y los corzos, y el oso pardo, y he escuchado en el puerto, entre la niebla, el concierto de los aullidos del lobo, y he olido a roble y a castaño y a avellana... Siempre he defendido que los que mejor protegen la naturaleza son los que viven en ella y de ella, no los que «especulan» con ella... Nunca he entendido muy bien la contradicción en que navegan muchos de los que se dicen «ecologistas»: ¿Por qué se lavan la cabeza poniendo en peligro el ecosistema de los piojos? ¿Por qué con una palmadita destruyen al «mosquito» que pretende alimentarse de su sangre? ¿Por qué para llenar sus momentos de ocio acuden al río y hacen sufrir a los pececillos con anzuelos disfrazados de alimento?... «Es que hay que tratar a cada especie por separado...», me dice un amigo ecologista. Entramos en la justificación de la nefasta desigualdad para proteger nuestras incongruencias. Lo mismo hacemos con nuestra querida especie humana. Unos cuantos se inventan leyes para justificar sus atropellos. No se trata de vivir como se piensa, siendo coherentes con unos principios, sino de pensar como se vive, es decir, hacemos lo que nos viene en gana y después edificamos una superestructura para justificar, dar razón, de nuestras incoherencias...

Si los jabalíes no tienen obligaciones, ni responsabilidad, alguien tendrá que reponer por ellos, es decir, los organismos que oficialmente se ocupan de su protección. Dicho de otro modo, si no se limita el campo de libertad para los jabalíes y demás animales salvajes (lobo, oso, etcétera), lo propio es que se indemnice con justicia a los perjudicados. Es la única forma de mantener el equilibrio y que los campesinos (personas que trabajan el campo y viven del campo) no se tomen la justicia por su cuenta. Como decía en esta «sección de cartas» María Isabel Asprón, ¿qué es lo que queda para el pequeño campesino y ganadero, además de la vergüenza?

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