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Los Quijotes (Apología)

7 de Julio del 2011 - José Antonio Coppen Fernández (Lugones)

Por los valores que encarna el personaje (arrestos, fuerza y vigor), desde que en mi adolescencia releí sus aventuras y desventuras, me atrajo más la figura del Quijote que la de Sancho Panza (harina de otro costal). Se ha dicho que quien quiera comprender a un poeta, debe entrar en sus dominios. Aunque la prosa, no tiene derecho a tanto, sí albergar la esperanza de que los lectores deseen acompañarle en la búsqueda a través de sus peregrinaciones y/o reflexiones. Por el carácter mismo de sus problemas, no es fácil la segregación de las ensartadas quimeras del personaje que nos ocupa.

Para algunos, don Quijote es una especie de bufón; y para otros el término quijotismo equivale a despropósito. Pero en este sentido, no estaría demás reconocer el elevado principio del autosacrificio; eso sí, escenificado en una vertiente cómica. En él no hay ni rastro de egoísmo, no se preocupa por su persona. Sin remontarnos a tiempos pretéritos, hoy los altruistas o anárgiros, que no cobran por sus actividades, carecen de valoración. Es más, la falta de retribución hace que su labor no esté reconocida como una tarea laboral. Es tal el egoísmo y materialismo que nos inunda, que incluso están mal vistos quienes practican esta condición tan humana.

Y no nos damos cuenta, pero hemos llegado a un punto en que vivimos sin valorar lo que consideramos verdadero, hermoso y bueno. La esencia de la verdad está suplantada por el eufemismo de la mentira, que algunos convierten en arte, como podemos comprobar en cada despertar. No figura como menú del día defender la equidad y la justicia, lo que se impone es formar parte como compañeros del viaje el periplo del poder económico, social y político, por muy sinuoso que sea. La fe en lo que piensa y cree, es decir, sus ideales, don Quijote los pone permanentemente al servicio de los demás. Sólo valora su propia vida en cuanto sea capaz de encarnar el ideal, instaurar la verdad y la justicia. Por eso es oportuno afirmar que quienes nunca han sido criticados, es porque jamás han defendido la justicia.

Ningún español debería morirse sin haber leído la universal obra de Miguel de Cervantes. Ahora bien, debemos huir de la figura de don Quijote únicamente como el Caballero de la Triste Figura, como que Cervantes lo engendró para ridiculizar las viejas novelas de caballería.

Nota colateral: Si en Asturias a alguien se le ocurriera fundar la Cofradía de «Los Quijotes», puede contar conmigo.

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