Descarrilar
En Mieres, en la década de los 50 y 60, la estación del Vasco con su cantina era un punto neurálgico en la villa. Mercancías y viajeros viajaban en el mismo tren llegando sin ningún sobresalto a su destino.
Era antes de que todos enloqueciéramos por la prisa y el vértigo se apoderara de nosotros para no ir a ningún sitio, era cuando todavía las madres llevaban por la tarde a sus hijos el parque, antes de que la utilización del coche fuese masiva, y nos desplazáramos en el a comprar a Carrefour o Parque Principado.
La modernidad entonces era que el Vasco nos llevara a la playa de Collanzo el domingo y nos trasladara a Oviedo cuando había que solucionar algún papeleo. Entonces aquel viejo tren de vapor trajo la modernidad y el progreso a esta autonomía.
Como tantas cosas en Mieres dejamos que la velocidad y la rentabilidad se lo llevara y nadie hizo nada para que aquel tren de vapor histórico siguiera funcionando para potenciar el turismo interior.
Aquellas máquinas de vapor ya históricas no se adaptaban a los nuevos tiempos y se cambiaron por otras mucho mas rápidas que acabaron con el diálogo de los pasajeros porque el vértigo que producía la velocidad sobre sus viejas vías hacia que el corazón latiera en clave de urgencia y solo desearas llegar a Oviedo sano y salvo.
Nos habíamos cargado el encanto especial que tenían aquellos trenes de vapor que circulaban a un ritmo mas humano, sereno y armónico como fluyen las estaciones del año aunque tuvieras que sacarte la carbonilla de los ojos.
Cuando aparecen noticias de que el Vasco descarrila tengo la impresión de que todos le hemos hecho descarrilar, sus vías no estaban hechas para trenes de vertiginosos.
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