Petición a los indignados del 15-M
El pasado martes día 5, a las once de la noche, con otros viajeros, cogí en Barajas el autobús Alsa que viene a Asturias. En la estación de autobuses de Madrid acabó de llenarse. En Valladolid se bajó el primer pasajero, otros pocos en León y en Pola de Lena. La mayor parte seguimos hasta Oviedo y Gijón.
Llegamos a Oviedo a las cinco de la madrugada con 17 ºC. Viajábamos en el vehículo gente de toda pelambre e indumentaria, los típicos, en esta época, con pantalón corto de baño, chanclas de playa y camiseta de tirantes y otros que veníamos del frío abrigados con la indumentaria del inicio del viaje, sudando, sin ocasión de haber sacado de la maleta el equipaje de verano y guardado el de invierno. Otros vestían otras extravagancias. También viajaba gente con ropa corriente: pantalón normal de verano o tejano y camisa o niqui.
En esta estación de autobuses de Oviedo, de todos cuantos bajamos, una pareja de la Policía Nacional de Oviedo se fijó en un solo viajero. Era de los que no llaman la atención por exhibicionista, por bañista ni por esquimal, era de esos correctamente vestidos que no se hacen notar por su vestuario, por su aspecto o por su comportamiento, un ciudadano corriente y, sin embargo, fue a él a quien la pareja de la Policía Nacional de Oviedo se dirigió. Llevaba su maleta y su billete como los demás, nada le diferenciaba de cualquier ciudadano normal salvo en un detalle. El detalle era que se trataba de un joven negro: tenía color de piel distinto del de la pareja de policías nacionales de Oviedo y del resto de pasajeros.
Indignación. Me sentí insultado, como si recibiese una bofetada. Fueron mis primeras sensaciones. La siguiente fue la de vergüenza por no atreverme a dirigirme a la pareja de Policía Nacional de Oviedo para decirle que yo no me siento representado en una democracia en la que no se pide la documentación ni se registra la maleta de todos los viajeros sino la de uno solo.
No es esta mi democracia por mucho que me digan y me prometan en las elecciones. En la mía ni el color ni la escasez de dinero son delito ni sospecha. En la mía, al contrario, es la falta de color y el exceso de dinero lo sospechoso.
Se comprueba, en los medios de comunicación y por la percepción de los españoles a través de las encuestas, que hay más casos de robo, fraude, soborno, corrupción, etcétera, en los políticos y su entorno blanco que en los negros inmigrantes. Pura estadística. La Policía Nacional de Oviedo, y quien les manda, debería más bien sospechar de políticos que bajan con repletas maletas del autobús.
A pesar de mi excesiva edad para ser un indignado del 15-M estoy igualmente indignado. Tampoco me siento representado por esta democracia. Me siento maltratado como un negro. Mi democracia es distinta, en mi democracia no se maltrata a los buenos y a los malos se trata bien.
A los indignados del 15-M pido que añadan a sus reivindicaciones la mía y les pido que pidan que se vote en el Parlamento:
«Que la Policía Nacional de este Oviedo y todos los oviedos de España sospechen, pidan la documentación y registren a políticos, poderosos y entorno en lugar de sospechar de los humanos corrientes y normales que sólo se me diferencian por el color de nuestra piel. La piel es propiedad privada y nadie ajeno tiene derecho a usarla como pública».
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