El tricéfalo y su apéndice corneo
La derecha asturiana, ahora escorada hacia el centro semántico que no ideológico, no sabe o no quiere ponerse de acuerdo para gobernar esta comunidad que fue cuna de varias conquistas y reconquistas históricas.
En un flanco se posicionan las huestes de Álvarez-Cascos, instaladas en el piensa mal y acertarás, y en el contra-flanco, de la misma cuerda política, se sitúan las mesnadas populares dirigidas por un engendro de apariencia tricéfala armado con apéndice corneo, estratégicamente empeñadas en resistir el asedio y salvar el honor de la nómina. Veremos si unos y otros son capaces de soportar la más que previsible guerra de desgaste a la que estarán sometidos en el próximo cuatrienio.
Después del largo invierno de letargo, tocan diana floreada en el Comité Ejecutivo Provincial del PP. La noche se hace día y sólo falta a la cita la cabeza intrigante y desintegrante de siempre. La del sabio Sisebuto que descerraja mil disparos por minuto. Las otras dos cabezas de la organización, la pelicorta de naturaleza inactiva y la pelilarga sin criterio natural, se dejan manipular por el apéndice corneo y proclaman su neutralidad a la investidura de Cascos. Triunfo abrumador de la abstención. Más tarde, a la hora de la verdad, veremos deserciones abstencionistas. El miedo al ostracismo siempre llama dos veces.
El apéndice corneo, Joaquín Aréstegui, un lince en estrategias negociadoras, propone a los casquistas entrar en el negocio del ejecutivo autonómico. Álvarez Sostres y compañía le dicen que nones, que las botellas de oxígeno las tiene precintadas el patrón y no serán ellos quienes rompan el precinto. La cabeza pelilarga, Pérez-Espinosa, de natural histriónico, convencida al fin de que la metáfora de la gobernabilidad estable no cuela, rompe relaciones comerciales y mete el tren de la negociación en vía muerta. De nuevo, el dueño de la sartén sólo les ofrece el olor del guiso, un acuerdo de legislatura que no le comprometa a repartir el menú, ni en Asturias ni, por supuesto, en la Carrera de San Jerónimo.
Y mientras todo esto acontece, la cabeza pelicorta, Ovidio Sánchez, en busca del flotador perdido que le haga arribar a alguna isla paradisíaca de Madrid o alrededores. ¡Sálvese quien pueda! grita el de Laviana.
Y pensar que Álvarez-Cascos sólo pedía las cabezas de Joaquín Aréstegui y Fernández-Pardo. Que Dios nos coja confesados si es que gana las generales un tal Rajoy.
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