Excesiva aportación
El último atentado en Afganistán, hace unos días, viene a subrayar el desmesurado y doloroso saldo de víctimas mortales españolas y la necesidad de un buen entendimiento de política exterior en nuestro país.
La muerte de dos militares españoles –uno de ellos asturiano– en una nueva agresión, que ya eleva a 96 los muertos españoles y a 35 los heridos en esta misión, pone de relieve la extrema peligrosidad de la misma, sin duda la más enmarañada y difícil a la que nunca se ha enfrentado nuestro Ejército en el exterior. Días antes, asimismo, otro ataque de parecidas características causaba heridas a cuatro militares españoles y a un intérprete.
Puede decirse que el adversario talibán no posee grandes medios tecnológicos, pero tiene explosivos en abundancia para vulnerar el blindaje de nuestros vehículos Lince y, además, sobrantes voluntarios que arriesgan su vida para activar físicamente los detonadores y sortear los inhibidores de frecuencia. Un alto precio para un Ejército como el español que sigue dando abundantes pruebas de profesionalidad y de espíritu de sacrificio.
Afganistán siempre ha sido una guerra imposible de ganar. Sí, es una guerra que ahora se llama asimétrica por la desproporción de medios, aunque podría añadirse también por la desproporción de modos, pues unos atacan sin dar la cara, a base de actos terroristas por sorpresa, a los cuales no se puede responder militarmente. Así van cayendo nuestros soldados que fueron enviados a reconstruir la paz en una guerra que presenta trazas de interminable. Porque allí luchan de un lado, los que defienden la seguridad de un pueblo martirizado y atrasado, para reconstruir la paz civil, mientras que, por otro, actúan los talibanes y Al Qaeda obstinados en imponerse a base de bombas, no sólo contra militares, también contra civiles en mercados y zonas de vida ciudadana, tal como ya hicieron en Irak.
Es evidente que España debe cumplir con sus compromisos internacionales. Pero ello, creemos con total honestidad, no puede obligarnos a permanecer por más tiempo en un territorio envuelto en una guerra como es esta de Afganistán que se está prolongando en exceso y para la que no se atisban salidas efectivas.
La muerte de estos dos últimos militares españoles vuelve a poner de manifiesto que los riesgos son altos para una misión que tenía que ser, única y exclusivamente, la pacífica reconstrucción del país.
Aunque nuestras tropas comenzarán a replegarse de ese escenario de pesadilla dentro de un año, según acaba de declarar la ministra Chacón, la sangría continuará y nuestros soldados seguirán perdiendo la vida. Mientras el país asiático sigue siendo un infierno donde se cometen agresiones suicidas contra hospitales, los niños son obligados a llevar bombas adosadas a su cuerpo y los talibanes, como cuervos hambrientos, sólo esperan la marcha de los EE UU.
El Gobierno y la oposición tendrían que entender que por fuertes que sean las divergencias en materia de política exterior debe prevalecer el interés general de España y que para ello la herramienta imprescindible es el consenso. Al margen de cambios de Ejecutivo, una positiva continuidad en la actuación diplomática debe ser indispensable si nuestro país aspira a tener una credibilidad de peso en el contexto internacional.
Mientras tanto, ¡honor a nuestros soldados!
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