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Franco y el Paraíso Terrenal

22 de Julio del 2011 - José Ramón Rodríguez Fernández (Oviedo)

Decir algo positivo o favorable de este hombre no está bien visto hoy en día ni por ciudadanos de derechas y menos aún por los de izquierdas o nacionalistas. Muchos, sin conocer la Historia, lo critican duramente y lo condenan sin piedad. Y esto no se puede estar haciendo cada día.

No sé si LA NUEVA ESPAÑA, periódico independiente, se atreverá a publicarme este escrito. No sé si por lo que digo o por ser demasiado extenso.

Lo que voy a decir aquí no es fruto de mi imaginación ni está basado en lo que he leído o he escuchado, sino en lo que he visto y he vivido.

El motivo de mi intervención no es, en modo alguno, político. Se trata solamente de transmitir con buena voluntad la experiencia personal durante el período de aquel antiguo régimen.

Nací recién terminada la guerra y mis primeros recuerdos son ya a partir de mediados de los años 40, cuando comencé la escuela, y por tanto pienso que puedo hablar de este tema con toda legitimidad.

Moisés, en el segundo capítulo del Génesis, nos cuenta que Dios, después de haber creado al hombre, lo colocó en el Jardín del Edén, también llamado Paraíso Terrenal. Parece ser que se trataba de un jardín extenso y bien arreglado, un lugar bello y agradable, lleno de vegetación, árboles, flores, frutos y de animales de toda especie. Dios encargó al hombre que lo cultivase y lo conservase y, a continuación, le dio este mandato: «De todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas, que el día en que de él comieres, ciertamente morirás». La historia sigue. Adán y Eva comieron. Luego se encontraron desnudos y en la calle. Dios los echó de aquel lugar delicioso y tuvieron que ponerse a trabajar para vivir.

El sentido religioso parece bastante claro, pero lógicamente a él no me voy a referir. Mirad. Durante la etapa franquista, al menos yo y todas las personas que conocí, que fueron muchas, teníamos total y absoluta libertad para hacer lo que nos viniese en gana. Podíamos comer del fruto de todos los árboles de este jardín maravilloso que se llama España, sin que nadie nos lo impidiese. No podíamos, eso sí, criticar con dureza o insultar al jefe del Estado o su política, y menos atacarle con medios violentos. Pero no conocí entonces a nadie que sintiese esa necesidad.

Como conocedor de aquel período histórico y de la democracia actual, voy a relatar algunos hechos a ver qué os parece.

A los 14 años saqué el carné de identidad, que nadie me pidió durante aquella etapa de mi vida. Hoy lo piden para todo, y si vas a un edificio público lo primero que hacen es detenerte para que lo muestres. No digamos en los aeropuertos, que para emprender un viaje casi tienes que desnudarte.

Pero la libertad verdadera no está en que te pidan el carné o te lo dejen de pedir. Comparando aquella época con ésta me estoy dando cuenta de la cantidad de mandamientos y prohibiciones que antes no teníamos y hoy tenemos. Y, ¿qué decir de los impuestos? Antes no se conocían y hoy tienes que pagar por todo. Empecé a trabajar a los 24 años y tardé, como otros compañeros, en hacer la declaración a Hacienda, porque no sabíamos qué era eso.

La libertad iba creciendo a medida que el país avanzaba y se desarrollaba. Era una gran satisfacción para todos los ciudadanos ver que cada día mejoraba tu vida y la de tus vecinos. Aquellos caminos, que estoy viendo, estrechos, llenos de piedras y maleza de los años 40, pasaron en los 60 a ser carreteras asfaltadas.

Aquellos trenes de madera, que más que correr iban saltando, llenos de humo, dieron paso a otros nuevos y más cómodos impulsados por energía eléctrica.

Con la concentración parcelaria, la aparición de tractores y demás maquinaria moderna, la agricultura y sobre todo la ganadería sufrieron una transformación tal que los que no lo visteis no os lo podéis imaginar.

Debido a la repoblación forestal los montes se llenaron de árboles. Hoy esos mismos montes son en su mayoría espacios vacíos o llenos de maleza, con algunos árboles de escasa calidad.

Las minas funcionaban, aunque con algunas dificultades, pero muchos españoles de otras regiones llegaron a Asturias para trabajar en ellas. Hoy están desapareciendo.

¿Sabéis quién construyó la mayoría de los pantanos que hoy tenemos en España y que permitieron regar nuestras tierras y producir energía eléctrica?

¿Sabéis quién de verdad industrializó Asturias? Avilés, que era una pequeña villa, pasó a convertirse en una gran ciudad que albergó a miles de forasteros y les dio trabajo. ¿Y qué está pasando ahora?

Recuerdo perfectamente el auge de la pesca tanto de altura como de bajura, y las fábricas de conserva, que existían en todas las villas marineras, que daban trabajo a hombres y mujeres. Hoy prácticamente han desaparecido. En Candás las han convertido en museos y en Tapia de Casariego, en salas de fiesta.

Los aeropuertos y universidades se construyeron entonces con talento y según las necesidades. Hoy, sin pensar y sólo por motivos e intereses personales y políticos, se han construido muchos más, pero innecesarios y por tanto seriamente gravosos para la economía. Hoy no sabemos qué hacer con las universidades laborales, como la de Gijón, construidas para la formación de los hijos de los trabajadores.

España empezó a ser conocida gracias a la promoción del turismo y a la construcción de paradores nacionales como el de Pajares, que en la etapa democrática acabó siendo desvalijado y cayendo en manos privadas.

En los años 60 se construyeron millones de viviendas de protección social. Hoy nada se está haciendo más que quitarles las placas con el yugo y las flechas.

Los colegios, escuelas e institutos creados en aquella época se pueden ver por todas partes y no digamos de los centros hospitalarios existentes en todas las capitales de provincia, como el de Oviedo, que después de 50 años aún no ha sido renovado.

El caso es que aquellas familias de campesinos, que recién acabada la guerra compartían sus casas con animales, que cocinaban en el suelo, sin tener qué vestir o llevar a la boca, mucho antes de la muerte de Franco tenían una vivienda digna en el campo o en la ciudad, tenían trabajo y un alto grado de bienestar, y podían enviar a sus hijos a la Universidad. España pasó de ser un país desconocido y pobre a tener relevancia internacional y una clase media que permitió acceder a la democracia sin andar a puñetazos, ejemplo para todo el mundo.

Hoy se dice cada día en los medios de comunicación que Franco fue un dictador y un asesino. Sé que, terminado el conflicto bélico, hubo gente que acabó en la cárcel y que fue asesinada. Eso no me ha gustado a mí y creo que no debe gustar a nadie. Pero también tengo que decir que a la muerte del «dictador» había ocho mil presos en las cárceles españolas, y en la actualidad rozan los ochenta mil y no hay más porque no hay dónde meterlos. Sin tratar de justificar a nadie, también es verdad que algunas de las democracias europeas, incluida la española, asesinaron ciudadanos sin juicio previo alguno. A mí, Franco ni me ha metido en la cárcel ni me ha asesinado, a no ser que esté soñando.

Termino. Antes no podías meterte con el jefe del Estado. Todo lo demás estaba permitido. Hoy en cambio, puedes llamar al presidente del Gobierno sinvergüenza y mentiroso y no pasa nada, pero él, una vez en el poder, puede quitar tu libertad dejándote en la calle, desahuciado y sin trabajo.

Aprovecho para pedir prudencia y sensatez, pues no podemos seguir envenenando a las nuevas generaciones sin contarles toda la verdad.

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