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En un camino incierto

18 de Julio del 2011 - Manuel Bedia Alonso (Navia)

Suelo escribir algunas reflexiones con la idea de enviarlas por si tienen a bien publicármelas. Generalmente se quedan en algo para mí, posiblemente porque pudiera ocurrir que lo que diga no interese o que pueda interferir y crear sesgadas opiniones, dando lugar a que se me agreda por mindundis que parasitan en el escenario político, silenciadas sus opiniones si es que las tienen. Lo que dudo.

En mi responsabilidad como alcalde y presidente del Grupo de Acción Local de la cuenca del bajo Navia fui profundizando en una sensibilidad hacia el desarrollo rural, percatándome de carencias en políticas solidarias. Me daba cuenta de las injustas desviaciones que se hacían a través de las políticas partidarias que impregnaban una gestión de bajo sentido en valores y principios, sin pararse a pensar que se han de establecer mecanismos para que exista una más justa distribución del gasto público entre territorios urbanos y rurales. Se hacían y hacen políticas inversoras sin sentido y que generalmente son carga para la mayoría en favor de los intereses políticos de los partidos que ostentan el Gobierno.

Las inversiones que se han hecho en muchos casos son un auténtico atentado a los equilibrios territoriales directamente, pero mucho más aún representan una hipoteca y de ahí una menor calidad para los servicios básicos de las gentes con economías más difíciles. Esto ya es una realidad y la sufrimos en lo que es más sensible entre las gentes: la sanidad en todas sus prestaciones, pero también lo será más en el futuro con las comunicaciones, la educación, la formación, el transporte, etcétera, etcétera.

Que los ciudadanos de a pie hayamos de evaluar a posteriori el error o acierto de una política es cuestión cierta, pero que los medios y los responsables no reflexionen más lo conveniente o no de sus acciones me parece preocupante.

La autovía a La Espina sólo preocupa ¿para cuándo? Ahora su fecha de finalización, ¿hay economía para su ejecución? Ahí hay una grave irresponsabilidad, la cual está en el solapamiento con la Transcantábrica y que, aunque sean fondos diferentes, primero se debió terminar la más importante. Sin que por otra parte estime que la construcción es un error importante pues el potencial tráfico no la exigía y además su importante impacto visual y medioambiental destruyendo las territorialidades afectadas por su traza. La autovía destroza la articulación de los territorios por los que pasa, su economía, sus costumbres más tradicionales, su sentido de pertenencia y dominio del ámbito. Las vías deben articular y enriquecerse, y a los concejos por los que transita la autovía los aísla de los hábitos y riquezas de los servicios que prestaron históricamente. Creo por el contrario que la comunicación de esos concejos se hacía imperativo mejorarlos en tiempo y seguridad, pero sobre la base de la CN-634 y beneficiándose pueblos hasta Trevías.

Es como algo que siempre sentí y que comprobé era común a mucha gente. El AVE de la costa sería otro despropósito, destrozaría la estrecha rasa costera. Sería agresiva y desestructurante del territorio, local y comarcal, de las explotaciones agrarias, de la propiedad, su traza en la que son necesarios radios de ocho kilómetros en las múltiples curvas, no nos prestaría servicio a los habitante de la rasa, seguiríamos teniendo que ir a cien kilómetros para tomarlo, si es que al final llega a Gijón. Creo que lo que se necesita es un ferrocarril menos ambicioso, más lógico, de uso mixto, que sirva con estaciones comarcales a la población, menos fragmentado que el actual Feve, y con conexiones a polígonos industriales.

Estimo que hemos de ver y estudiar más el futuro. Como ejemplo de despilfarro ya está el HUCA, que se me antoja un capricho de unos políticos arrogantes y de una clase médica insensible a los problemas de una sociedad y para los que sólo contó su vanidad junto, claro está, a los intereses urbanísticos y localistas. Una rehabilitación racional de las actuales instalaciones, debidamente intercomunicadas, nos llevarían a no sentir hoy que hemos cambiado soberbia por calidad asistencial. Cuenta, y mucho para mí, que además de los costos y sus consecuencias futuras se ha destruido un patrimonio histórico ambiental y social de dolor que era La Cadellada y al que se le debió dar un uso conservador, en memoria de los que allí sufrieron y en honor y respeto al sacrificio y buen hacer de don Manuel Bebes y otros ilustres benefactores, que sin duda trabajaron más y con sentido responsable que los que tomaron estas decisiones.

Nota: No quiero dejar en el tintero que, si no conservaron el legado ambiental e histórico de La Cadellada, sí dejaron algunos vestigios en cierres de piedra que saltaban los internados para venir a las fiestas patronales de San Miguel en La Caridad. Supongo que era hábito de los internados. Otro día hablaremos de otras inversiones y propuestas.

Manuel Bedia Alonso,

ex alcalde de Navia

Navia

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