Una buena medida

18 de Julio del 2011 - Albino Suárez (Pola de Laviana)

Leo en este mismo periódico del pasado día 3 que «el PSOE de Laviana propone crear una ordenanza de honores y distinciones». Hay que leer el resto de la nota para ver que se refiere el comentarista a la Corporación socialista y no al partido.

El hecho es que este caso no tendría que haberse dado. Y es que haber determinado en 1979 anular del callejero de Laviana todo nombramiento de personajes, vivos o muertos, fue un desacierto morrocotudo. Lamentable. Y falto de sensibilidad solidaria. Pues que un organismo como el Ayuntamiento tome la decisión de silenciar a sus personajes mejores, sean de la idea que sean, no es sino una corta visión política.

Al respecto hemos escrito más de cuatro veces. Y es que, habiendo motivos para honrar a algunas personas, que sea el propio Ayuntamiento quien levante diques en contra no deja de ser lamentable. A los pueblos les honran sus hombres y sus mujeres, por sus obras y por sus funciones. Y si estos pueblos ignoran, por medio de sus organismos, quiénes son dignos de reconocimiento, no es de extrañar, pues, que se repudien posturas que nieguen esos reconocimientos. Eso y otras argumentaciones expusimos en diversas ocasiones. Como dejamos sentado que, así como se niegan o negaban posibles nombradías, existen tres casos en nuestro callejero lavianense que son inconcebibles. Tres calles a tres personajes sin valía, sin méritos y sin obra, a nos ser que murieron en la guerra vistiendo el uniforme falangista. Y sus nombres siguen ocupando la nomenclatura en las calles de la Pola.

Otros nombres que suplen a personas son los ríos. Río Piles, por ejemplo, o puertos, como puerto Somiedo, que tendrán su razón de ser, pero no tienen ninguna razón de ser para que lleven el nombre de una calle en detrimento de personajes, locales o no.

Por todo –y mucho más que podría decirse–, el que el Grupo Socialista en el Ayuntamiento haya tomado la decisión de proponer al resto de los demás grupos la revocación de aquel acuerdo que anulaba la opción de honrar a personas no deja de ser una medida acertada, una postura justa y una idea clara. Huelga decir que se espera de los demás grupos políticos la unánime decisión de subsanar lo que otros hicieron mal.

Y para ello que tengan presente eso. Que quien da honra y gloria a los pueblos –ahí están, por ejemplo, Palacio Valdés, escritor; ahí, Fray Ceferino González, filósofo; ahí, Maximiliano Arboleya, síndico, que la propia Iglesia cuestionó; ahí está Emilio Martínez, poeta, o, para no seguir, ahí está Eladio García-Jove, médico y escritor– son sus hombres y mujeres, con lo que hicieron o con lo que hacen. Y si ello es descollante y da honor al pueblo, justo es que el pueblo, en lo que pueda, reconozca y estime a quien le haya honrado, no negándole, por tanto, el nombre y el apellido en una calle…

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