Palabras de ánimo hacia un hostelero
La vida es compleja e imprevisible. Y cuando las cosas van por buen camino y todo se vislumbra abierto llega de modo repentino una circunstancia negativa y te corta casi de raíz el futuro cercano. Me estoy refiriendo a Marcelo Conrado Antón Pertierra, refugiado desde hace tiempo en el hospital por esas calamidades del destino. Espero que su feliz recuperación vaya por los senderos de lo óptimo y dentro de unos días volvamos a verlo coordinando sus negocios hosteleros con pasión, vehemencia y buena relación, pues si un empresario de este ramo de los servicios tiene ese sentido de simpatía pública ése es Marcelo Conrado Antón Pertierra.
Que estas palabras de ánimo y sentido común caminen hacia su persona y pronto esté enfundado en el arte completo de un restaurantista moderno, efectivo y cargado de razón profesional. Precisamente estos días con motivo de un curso sobre turismo y gastronomía en la escuela de verano de La Granda, en terrenos de Gozón, organizado por la Cámara de Comercio de Oviedo, todos los ponentes tuvimos un recuerdo sincero hacia su persona. Pues, sin duda alguna, el universo de la culinaria y la buena relación se muestran endebles con la lejanía en los foros laborales y sin la presencia de esta persona de talla espléndida y corazón en movimiento. Su actividad, su predisposición para la causa idónea, su estilo y la fuerza en sus decisiones son realidades que se echan en falta cuando uno se acerca por sus establecimientos de Casa Conrado o La Goleta. Bien es cierto que sus hijos Laura y Javier y todo el elenco profesional conducen estas naves con perfecta profesionalidad y todo sigue en su justa medida y calidad. Los buenos hosteleros tienen que estar al pie del negocio como lo hace Conrado Marcelo Antón Pertierra y no en el hospital. Yo me pregunto: ¿qué hace un hombre como tú sujeto a las cuatro paredes de un centro médico? Dentro de unos días me gustaría verte de nuevo capitaneando todo el servicio de barra y de comedor, saludando y dando ánimos a esa clientela fiel y asidua que se deja caer por esos dos referentes del bien comer ovetense. Y cuando falta el jefe, el cliente observa que le falta algo en el servicio. No dice nada, pero en su fuero interno se queja y se muestra incómodo ante la variedad de comensales. Las croquetas, basadas en la receta de tu querida madre, Jesusa, siguen marcando la pauta de lo excelente y tienen en tu casa el premio a ese producto auténtico, noble y sabroso que dice mucho de un buen restaurante. Y donde hay buenas croquetas el establecimiento es de fiar y ofrece garantía. Siempre lo comento a mis amigos y próximos. Lo mismo con esos pescados soberbios y las carnes tinetenses –idóneas elaboraciones– que suponen el hacer felices a muchos amantes de la cocina doméstica.
No quiero seguir con esta sincera retahíla palabrera. Sólo me interesa que los médicos, esos excelentes galenos enganchados a la causa neurológica y a todo el fenomenal servicio sanitario del hospital, te conviertan en un hombre nuevo para seguir cumpliendo con las obligaciones y proyección de Fomento de la Cocina Asturiana, con la Hostelería Regional, con la buena sintonía hacia la ASPET y con tus acciones encaminadas hacia la noble causa de la razón coquinaria. Hace unas fechas en una cata de armonías culinarias con la firma Macallan, esa excelsa bebida escocesa de fondo, hablamos de ti y de tu circunstancia. Todos –periodistas, críticos gastronómicos y amigos– deseamos que la recuperación sea cuanto antes y mañana estés presente en el banquete de la amistad y la buena relación. Carpe diem.
Carlos Cuesta
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