«La Traviata»

25 de Julio del 2011 - José M.ª Naveiras Escanlar

En esta ópera de Verdi aparecen dos personajes principales que son Violeta y Alfredo, que se enamoran locamente. Violeta es una acaudalada mujer que abandonó a su antiguo novio por su bienamado Alfredo. Se van a vivir a las afueras de París, y allí transcurre el romance.

El amor es bello, pero no sólo de amor se vive. Cierto día, Violeta abandona su casa y se va a la capital del Rey Sol a reponer fondos. Allí transcurren varios días. Vende sus joyas, fincas y todo lo que aportara dinero a su maltrecha economía. Alfredo, que desconocía los verdaderos motivos que movían a su amada, y creyéndose engañado por ella, entra en un ataque de celos y piensa en vengarse. Nuestro despechado hombre casi provoca una tragedia, aunque tragedia sí era verse sin dama, amor, dinero y poder. En fin, que no les voy a aburrir a ustedes con todo lo acaecido, pero la cosa fue grave, bella y da pie a esta historia que se desarrolla en Madrid, y cuyo campo de empeño es todo el país. La Violetera pueden ser muy bien las Arcas del Estado, y el personaje, encarnando al enamorado en la sombra, un nostálgico y cretino encantador de serpientes; al que le importa un comino su amada; claro que aunque su homónimo nombre sea igual al del operístico enamorado, debemos cambiar sus apellidos para no caer en el plagio característico. La música es otra. Aparecen también marionetas manejadas por oscuros hilos. No son las voces de los cantantes de ópera, flojas, aflautadas y melifluas como el caso que nos ocupa, pero para los sectarios suena como la voz de encantadoras hadas, que conducen a ricos puestos. El país, o sea, España, es lo de menos.

Subtítulo:La ópera de Verdi trasladada a Madrid

Destacado: Toda una tragedia que nadie quiere ver, porque el «encantador» Rubi-Alcaba hipnotiza con su voz de hipocresía; en la que los grupos mediáticos convierten en ensordecedora, ahogando las voces de la democracia

El libreto de la obra está en castellano, y en el reparto aparecen los siguientes nombres: Violeta; Alfredo P. Rubi-Alcaba, el fariseo, como tenor y otros miembros que forman la compañía. También forma parte del elenco un tal Alfonso, el guerra, que canta de barítono. Con su gracejo andaluz actúa de A. Lerrouse o agitador de masas, plebe o chusma. Va acompañado de un pariente llamado Juan.

En un excepcional escenario aparece en el centro de forma alegórica el Banco de España. A su alrededor, bancos rojos y de todos los colores emergen sobre las ruinas de las cajas de ahorros. Desde el edificio central se oye la voz de la soprano (Violeta), que con lastimosos lamentos gime al ver cómo sus caudales disminuyen, mientras tanto banqueros y bancarios aplauden al ver pasar a sus blindadas cajas fuertes, esos fondos que les dan el poder absoluto. Ellos lo ostentan y sustentan a los jefes de esa comparsa sin tener en cuenta a la desdichada Violeta. Un gran número de esclavos y desarrapados clama por un mendrugo de pan, pero los actores con Desden los ignoran. Al fondo, a la izquierda, pasa casi desapercibido un zapatero que repara o pretende reparar coturnos para las masas de Lerrouse. En fin, toda una tragedia que nadie quiere ver, porque el «encantador» Rubi-Alcaba hipnotiza con su voz de hipocresía; en la que los grupos mediáticos convierten en ensordecedora, ahogando las voces de la democracia y la de una sociedad que gime ante la confabulación de los envilecidos en el poder. ¡Dios mío, cuán grande es la comedia de la «Traviata a la española»!

La obra se estrenará el año que viene, pero ya comenzaron los ensayos, a los que se van incorporando figurantes, caciques, empresarios agradecidos y la chusma. Como se puede usted imaginar, también están los corruptos, pero estos son actores secundarios; buena parte de esta «troupe» actúa de tramoyistas, en el teatro de la ópera bufa.

Haxa salú.

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