La imagen del arquitecto
Corrían ya los primeros años del nuevo milenio cuando, en pleno fervor universitario por Madrid, empezamos a darnos cuenta de dónde nos habíamos metido. Mediada ya una carrera de seis cursos, y con el duro y temido proyecto final de carrera cada vez más cercano, comenzamos ya muchos a plantearnos qué significaría eso de caernos del caballo de la Arquitectura, reflexión acertada y brillante del gran Alejandro De la Sota con la que expresaba, de manera formidable, el que si uno quiere saber, se tiene que caer: puedes caerte antes de comenzar la carrera, durante el transcurso de ella, después de terminarla o nunca. Y en esa aventura andábamos
Como en una mañana cualquiera más de entre clases, los deambulares por los espacios comunes de la Escuela eran todo un clásico: al encuentro del típico amigo al que atrapar en el tiempo libre, el tomarte una cerveza en la cafetería con los compañeros, la búsqueda de la tranquilidad lectora de la biblioteca. De paso, y como era habitual en la circulación por el edificio principal, la visita a las mesas del gran hall de la planta baja era casi obligada. En ellas solían amontonarse, entre otras publicaciones, los famosos TA informativos de la ETSAM, donde, en formato A-3 apaisado a dos caras, se señalaban todo tipo de actividades, entrevistas y actualidad universitaria.
En el TA que ese día acababa de salir, una de sus caras estaba dedicada a una interesante entrevista al subdirector de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid por esa época: Ignacio Vicens, excelente profesor y catedrático de Proyectos Arquitectónicos, de la que algunos tuvimos el privilegio de ser alumnos más tarde. Por la otra, y en uno de sus lados acompañada de diferentes noticias, avisos y demás información universitaria, una curiosa tira de viñetas que nos llamó la atención: «The image of the architect». Debido a la pasión por la Arquitectura que Ignacio nos mostró tiempo después, y el amor que éste desprendía por la profesión de arquitecto, bien parecía que esa hermosa crítica ilustrada se la brindaban a él.
Seis eran los dibujos que formaban esa composición vertical. En ella, el autor plasmaba de una manera un tanto cómica y genial su visión acerca de la percepción que tienen los diferentes agentes públicos y de la edificación de la profesión del arquitecto.
En la primera se ve a un hombrecillo minúsculo, casi un garabato, trabajando en su mesa de dibujo encaramado en los cielos sobre una nube como ausente de la realidad, en su propio mundo de grafito e ideas. Y en su parte inferior, estas palabras: «Como es visto por el público».
En la segunda viñeta, más graciosa, se ve al protagonista ya ocupando buena parte de la imagen. Sentado, alegre y tranquilo, aparece leyendo el periódico en su despacho con los pies sobre la mesa, rodeado de multitud de trabajo como si no le importasen el transcurrir del tiempo ni los numerosos encargos por terminar: «Por el cliente».
La tercera tiene más movimiento, más alegría. El arquitecto, como fluyendo jubiloso en un ingrávido paseo, va portando una caracola llena de dinero en uno de sus brazos, mientras con el otro va repartiendo dinero y riqueza a diestro y siniestro: «Por el supervisor económico».
La cuarta es más maquiavélica, graciosa también. En ella se observa a un hombre trajeado, con un plano de una torre en una mano y la otra metida en el bolsillo. Porta unas gafas de sol un tanto sospechosas, así como un puro en su boca. Éste, con aires muy sobrados, permanece jovial sobre lo que parece el planeamiento general pisoteado de la ciudad donde quiere levantar su proyecto: «Por los estamentos municipales».
Subtítulo: La visión de los agentes públicos
Destacado: El arquitecto tan sólo es el instrumento para la Arquitectura, el encargado de dar respuesta a un lugar, a una situación, a un problema
La quinta es muy curiosa, simpática de nuevo; en ella se ve a un hombre con bastón, chaquetón de categoría, zapatos de tacón corto y un sombrero con pluma. Su pose es un tanto marquesil, señorial, diría indiferente a todo el material de obra que le rodea en la imagen, evitando ensuciarse: «Por el constructor».
La sexta imagen, y última, es la más emocionante, el desenlace, la que refleja lo que a muchos nos enseñaron, lo que muchos hemos visto y lo que ahora también nos toca vivir. Con una antorcha al aire en una de sus manos y en la otra una espada empuñada, un hombre alerta con una gran mochila a la espalda se abre camino en la oscuridad, iluminando la cueva donde se halla buscando un camino ante lo desconocido: «Por él mismo».
La Arquitectura es un arte, una búsqueda continua de la belleza construida: estructura, orden y composición; luz, materia y espacio; función, escala y construcción. El arquitecto tan sólo es el instrumento para la Arquitectura, el encargado de dar respuesta a un lugar, a una situación, a un problema. El proyecto y la obra son lo importante, las cosas bien hechas en su justa medida. Es el director de orquesta de algo mayor, de un equipo formado por todo aquél que participa en el proceso para un fin común: todos importantes, todos en su lugar. Una obra que no pertenece a nadie, sino a todos, al mundo. Porque al final, de aquí todos nos vamos... sólo algunas cosas permanecen.
Ya lo decía el genial arquitecto Jorn Utzon, autor de la increíble Ópera de Sydney: Que la perfección no existe, sino tan sólo la excelencia, las cosas lo mejor posible. Y hay aciertos... y también equivocaciones, por eso somos humanos, por eso aprendemos de nuestros errores.
No hay que ser muy granados en estas artes, ni tan siquiera cultivados, para disfrutar del arte construido, para saber apreciar la Arquitectura con mayúsculas, que no sólo es construcción, pues también es sonido, es luz, muchas veces aroma y siempre, en todo caso, con un orden en la composición. Es naturaleza modelada, es transformación. Y es que tan sólo hay que saber ver la belleza que hay en las cosas para poder considerarse uno a sí mismo un verdadero artista.
Ya lo enunciaba Blaise Pascal, de una manera preciosa, hace ya siglos: «El corazón tiene razones que la razón desconoce. Y es que como en muchas facetas de la vida, amigos, el Arte entiende más de lo primero que de lo segundo...
Va por ella, va por la Arquitectura...
Miguel Bretón Fernández, arquitecto, Avilés
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