La nueva ciudad

21 de Julio del 2011 - Gerardo de la Iglesia

En los países desarrollados, cerca del ochenta por ciento de la población habita en grandes núcleos urbanos. En el mundo, el cincuenta por ciento vive en las ciudades y en el año 2050 serán nada menos que dos tercios. Todos los seres humanos aspiran a vivir y emigran, huyen del campo, buscando la mayor comodidad y el beneficio de las grandes ciudades. Es un fenómeno imparable y nada puede hacerse frente o contra ello. Ni siquiera se debe, en mi opinión. Es una aspiración humana razonable buscar e intentar la comodidad y la felicidad junto a los demás. Hasta el Nobel de Economía Paul Krugman ha identificado la interacción de los retornos de escala planetaria hacia la ciudad y la necesidad de producción de bienes y servicios a tal efecto, como claves del nuevo urbanismo.

La proximidad geográfica potencia los efectos de red en una sociedad avanzada del conocimiento. Según McLuhan, la aldea global no se manifiesta en las comunidades rurales dispersas, sino en las aglomeraciones cada vez más urbanas.

¿Qué hacer entonces ante este fenómeno imparable? Las ciudades seguirán siendo cada vez más el foco de creación de riqueza y ésta hay que repartirla, claro está. Cuando las ciudades crezcan como ocurre también en España, pese a los más de ocho mil municipios que hay exagerada e insosteniblemente, se demandarán más bienes y servicios de consumo, Infraestructuras de Transporte, Cultura, Ocio, Conocimiento, Espacios Libres, Zonas Verdes, etc.

Y, naturalmente, está presente, cómo no, el Urbanismo, como pieza esencial en la definición de ciudad, que debe preservarse de los astutos inversores y protegerse de los chanchullos y de la corrupción gubernativa permanente y repugnante.

El Urbanismo, clave de la ciudad, debe ser obra exclusiva, no de los políticos, sino de los ciudadanos, auténticos regidores de su definición y siempre hay que contar con ellos. Nada puede hacerse a sus espaldas. Absolutamente toda alteración o modificación debe ser inexorablemente sometida a su conocimiento previo y directa participación y decisión para evitar que se llegue a decisiones absurdas e insostenibles, como recientemente ha ocurrido en Oviedo con la megalomanía insostenible del Parking de Uría, ejemplo de lo que no debe ser y que afortunadamente ha sido tumbado después de una dura lucha judicial, mediante una muy fundada y valiente Sentencia firme.

Pero, ¿es que hay que llegar a pleitos para solventar la definición de la ciudad? Ésta siempre tiene su corazoncito y tiene que latir al compás de la ineludible intervención ciudadana. ¿Hacen falta más ejemplos?

Se debe, pues, mejorar la calidad de vida urbana, sin sobresaltos de políticos megalómanos y oscurantistas y reducir las externalidades negativas de los oportunistas inversores amparados por el poder. No están los tiempos para bromas. Hay que potenciar la cultura del conocimiento, pues el mundo se vuelve cada vez más urbano y a medida que el proceso de urbanización avanza, la definición de la ciudad también cambia. Tenemos que estar atentos, vigilantes ante la gestión y funcionamiento de este ser vivo y cambiante que es la ciudad, precisamente, por ser nuestra.

Y, ello, para que todos podamos vivir tranquilos sin sorpresas, con permanente participación vecinal a través o desde los barrios y periferia, en movimiento hacia el centro. Las mejores ciudades son aquéllas que mejoran la calidad de vida vecinal, y ésta sólo se puede lograr con la participación permanente de todos los ciudadanos, en todos los asuntos de interés general. Ojalá pudiera haber referendos en nuestro Ordenamiento Jurídico para decidir las grandes cuestiones ciudadanas, en materia de Urbanismo, Cultura, Ocio, Equipamientos y demás retos de las grandes aglomeraciones urbanas, para limitar los poderes de los Alcaldes y altos funcionarios que se creen poseedores de la verdad, al margen de los vecindarios urbanos. Esto no se puede tolerar en los tiempos actuales. En períodos de recesión o crisis grave en la que estamos inmersos, es especialmente importante una buena previsión ciudadana con participación de todos. Ese es nuestro reto actual. No basta con emitir una papeleta cada cuatro años en unas listas cerradas, a veces repletas de candidatos corruptos y/o imputados y, si no, al menos ensoberbecidos por múltiples años de mandato continuo, que terminan por actuar como reyezuelos o sátrapas, prescindiendo de sus conciudadanos y con decisiones absurdas e insostenibles en contra de los criterios y legítimos intereses de aquéllos a quienes deberían defender y a quienes ni siquiera escuchan.

Tenemos que ir hacia una ciudad de la potenciación del ocio, de la cultura y del conocimiento, con atención a las necesidades vecinales, en función de los escasos recursos de que se dispone. Pero Ciudad del Conocimiento y de la participación vecinal, no del abuso del poder derivado del absurdo sistema de listas electorales cerradas, con las que hay que acabar mediante la necesaria e inevitable modificación legislativa que acertadamente está pidiendo el movimiento 15 M y con la que no se atreve el flamante candidato socialista de la R.

El resultado será una concentración espacial vecinal más feliz, con el logro de bienes básicos (infraestructuras, urbanismo, transporte, cultura, ocio, equipamientos, etc.) decididos por todos. La ciudad tiene que tener algo que encante y hechice, y que busque y logre la felicidad de la vida vecinal como en la antigua historia. ¿Tendremos que retroceder a las decisiones del ágora ateniense en la época de Pericles? Tampoco hace falta tanto. Basta un poco de sensatez en las decisiones de la vida, previa audiencia ciudadana. Nada más. Así de sencillo. Nos evitaríamos muchos problemas.

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