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Dieta Dukan: muy peligrosa

31 de Julio del 2011 - Isabel González Fernández-Argüelles (Avilés)

He picado. Ya había leído por encima hace un año el primer libro de este señor que se dice médico y que debe estar en busca y captura, pero he vuelto a caer en la trampa y he comprado el best-seller actual, con las tapas color lechuga y tomate, muy apetecible, y resulta que... ¡prohíbe las verduras en la primera fase y las frutas en todos los meses siguientes! Por si fuera poco, instruye a los incautos a pasar el resto de su vida haciendo un día a la semana la barbaridad de comer proteínas exclusivamente, vamos, como los culturistas, que acaban con hígado y riñones machacados.

He empezado anteayer. Ayer fatal, mareada, malhumorada, débil, con visión borrosa y náuseas, hipotensa (con la tensión arterial por los suelos), sedienta a pesar de haber bebido tres litros de agua y hambrienta, claro está, diga lo que diga el caradura del autor sobre que no se pasa hambre con 72 variedades de alimentos al alcance. Pero lo peor, el dolor de cabeza y el tremendo cansancio por la falta de hidratos de carbono, tan indispensables para un metabolismo sano como las proteínas y las grasas.

Servidora es uno de los más claros ejemplos del refrán "en casa del herrero, cuchillo de palo": desde muy joven hice la dieta de los astronautas, la de la Clínica Mayo, la de Demis Roussos (no piensen mal con su famosa canción, había un librito en el que explicaba el cantante que se vestía como una mesa camilla hasta que adelgazó 60 kilos comiendo cada día un solo alimento en la cantidad que quería), la dieta Atkins, la del Modifast (como el Biomanán, pero con peores sabores), la del melocotón, la de la sopa de tomate (a los 6 días ingresé por urgencias en el Hospital), la de la piña en almíbar, en fin.

La dieta que nunca fui capaz de seguir es la correcta, hipocalórica, la de 1.400 kilocalorías o la de 1.700 haciendo más ejercicio: me aburrían a pesar de los consejos de profesionales endocrinólogos de la talla del doctor Cadórniga y del doctor Pertierra.

Un buen día, en una magistral conferencia nos dio un sabio consejo el doctor Grande Covián, valga la redundancia, gran científico y gran ser humano: "Queridos colegas...", nos llamó a los jóvenes aprendices que le escuchábamos embelesados, "...lo único que no engorda es lo que queda en el plato".

La que suscribe, que formó parte durante años como voluntaria en un estudio del Centro Comunitario de Transfusiones de Asturias sobre los beneficios de la dieta mediterránea en los niveles del colesterol y la lucha contra la obesidad, como médico y como paciente he llegado a la conclusión irrefutable de que es dicha dieta mediterránea, es decir, comer de todo pero con moderación, la única forma de mantener un peso y un sistema cardiovascular saludables, con todo lo que ello implica para una buena calidad de vida si se prescinde además del sedentarismo en lo posible. Por supuesto, no estamos hablando de las múltiples situaciones patológicas que impiden llevar a cabo un mínimo de ejercicio físico, enfermedades del tiroides, del metabolismo de las grasas, trastornos alimentarios, etcétera. Además, hoy en día se está estudiando la importancia de la serotonina, una sustancia del cerebro en los mecanismos que regulan el hambre y la saciedad.

De todas formas, un genio de la talla de Forges, el humorista gráfico español que, en mi opinión, nada tiene que envidiar con sus chistes a Groucho Marx con sus frases lapidarias, ya lo dijo en una de sus más famosas viñetas cuando Mariano le dice a su oronda esposa que deje la dieta por imposible, porque "todo vuelve a su ser".

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