Como en casa de...
Recordatorio, de recordatorios, de recordatorios. Mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas debe durar la memoria del cariño recibido.
Virgilio
Nos presta un montón a todos, amables lectores, nuestra casa, ¿verdad? La casa por la que han jugado y corretearon nuestros hijos cuando renacuajillos y luego los hijos de nuestros hijos y los hijos de éstos. ¡Qué felicidad al entrar en casa, arribar, nuevamente, a puerto, al puerto, a nuestro puerto!
Seguramente conocéis (pero por si acaso lo habéis olvidado lo reiteramos) eso de la anciana mendiga y agonizante que cuando el cura le prometía el oro y el moro hipotéticos de Dios Padre y su gloria replicó: «Ya, pero desengáñese usted, que como en casa de una...».
Ayer, sábado, estuvieron en casa parte de los seres mencionados. ¡Qué emoción cuando de cuanto en cuando vienen! ¡Qué nudo en la garganta nos aprieta cuando se van!
Despedida y cierre. Para mamá, para ti, M.ª Aurora, y para Tere, besos. Érase una vez.
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