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El último tango en Madrid

31 de Julio del 2011 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Un pariente de lo más elegante ha venido a pasar unos días de julio en Asturias, pero ya se vuelve, pues no quiere perderse un torneo de golf. Comemos juntos y, en la sobremesa distendida, la conversación va y viene, con caprichosos rodeos, de lo particular a lo general, o pasa sin punto y aparte de lo público a lo privado. ¿Y cuando los políticos se dejan regalar trajes?, deja caer el pariente, con negligente elegancia (¿no está la elegancia en estar un poco por encima del bien y del mal?). Aún no había dimitido Camps y el asunto de los tres tristes trajes no tenía más actualidad que la que venía arrastrando en los últimos tres años.

De no haber hecho una brillante carrera judicial, los magistrados del Supremo podrían haberse jubilado vendiendo el cupón en la Once. Sin embargo, tan incapacitante presbicia no les impidió atisbar importantes desajustes en el patrimonio de Bono. Bueno, pues el pariente no sabía que Bono tuviera caballos; y ponía una cara de tan inocente ignorancia que se le hubiera creído que ni siquiera sabía que los caballos eran perisodáctilos. Meditó un momento, mientras al fondo del valle, en medio de la floresta, el Sella seguía camino del mar, ajeno a las miserias humanas. ¿Y si a pesar de los regalos Bono no se vendió?

Claro, hay que ser muy corrupto para dejarse comprar por menos de tres trajes. Jajá, a Camps lo van a beatificar. Camps ya dimitió y los tres tristes trajes entran por fin en la tintorería judicial por encargo del agitprop socialista. El que habla ahora de beatificación, además de creyente es practicante con esta particularidad, tan frecuente en los de la cofradía, de que cree más en lo que cuenta «El País» que en lo que cuenta la Biblia (en lo que, si de cuentos se trata, pudiera tener más razón que un santo). Salen a relucir las once propiedades inmobiliarias y otra vez los caballos purasangre aparcados en Almenara. Ya, bueno, pero Bono se casó con una rica. Demasiado tarde: al buenísimo de Bono ya lo tienen canonizado. Si hasta va a misa con Cerolo a la parroquia de los pobres en Entrevías.

Los que hace medio siglo, en pleno nacionalcatolicismo, recibimos una educación moral rigorista teníamos muy claro que en lo tocante a tocársela no había lo que llamaban parvedad de materia. Así que casi teníamos que mear con pinzas. Pues en eso está la izquierda, en aplicarle a la derecha la doctrina de la parvedad de materia, y vigilan por tierra mar y aire con un artilugio que llaman Sintel, o algo así, cómo los del PP hacen pipí. Mientras Chaves le firma a la prole cheques millonarios a troche moche, los parados de la Junta nacen con un ERE bajo el brazo. O la cúpula del Interior entra en un bar para que no cacen a un faisán, que es especie protegida.

Hacerse rico, dicen los creyentes, no es un consejo evangélico, pero tampoco es delito. Ni socorrer al perseguido (eso es casi una de las bienaventuranzas). El delito (pasivo e impropio, para más señas) es dejarte regalar un traje. Y no digamos si te regalan tres. Menos mal que hay justicia. Para la derecha, el puritanismo de la parvedad de materia, mientras en la izquierda arreglan lo suyo con margarina. Con mantequilla, corregirá algún cinéfilo sin tener en cuenta que las imitaciones siempre caen de grado con relación al original (lo que dijo Lenin, la historia se produce como tragedia y se repite como farsa). Margarina de conveniencia. Echar mano de una rica. Y aquí, paz y gloria. Camps, al infierno por tres pecados mortales; bien merecido se lo tenía. Si esto no es laicismo del bueno, que venga Dios y lo vea.

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