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Entusiasmo converso

27 de Julio del 2011 - Alejandro Fernández González (Oviedo)

Leo la carta publicada por el Dr. Abascal, jefe de servicio en la Sanidad Pública, prestigioso médico en la medicina privada, ex fan del Partido Popular y ahora acólito converso de FAC, y tengo que confesar que me sorprende lo fácil que puede prender en las esferas con sueños más elitistas de la sociedad la demagogia, la argumentación simple y, por qué no decirlo, el afán de notoriedad para, quizás, ampliar las «ocupaciones» propias o de la familia, tal vez por aquello de que hay que garantizar los tipos de interés, ¿verdad, Dr. Abascal? No es que tenga nada contra el nuevo Gobierno asturiano. Creo que merecen los cien días de margen para demostrar su valía. Y es posible que el entusiasmo del Dr. Abascal se vea premiado por una excelente gestión de todos aquellos a los que con tanta vehemencia defiende, lo que sería bueno para Asturias y para los asturianos. Pero, centrándonos en las loas precipitadas del doctor, y tras un análisis sosegado de los currículum de los nombrados, debo discrepar abiertamente. Primero, eso de que no hay políticos profesionales habría que someterlo a un cierto tamiz, porque el propio líder de este equipo, el señor Cascos, no es que sea político profesional, es que es el ejemplo más claro de persona que ha hecho de la política su profesión. Y siguiendo el mandamiento panegirista del reconocido urólogo («cuentan con una independencia económica de origen, de tal manera que su nombramiento no se va a convertir en su modus vivendi, y por ello no será un problema vital enfrentarse a su cese») habría que decir que, al menos que se sepa, el señor Cascos no contó con una independencia económica de origen antes de adentrarse en su profesión política, que no sabemos, porque se niega a dar a conocer su patrimonio, si gracias a la política consiguió su modus vivendi, y que sospechamos, vista su trayectoria durante el último año, que para él sí fue un problema vital enfrentarse a su cese.

Pero como tampoco pretendo aguarle el ánimo de cascabelear que parece alimentar el Dr. Abascal hacia su admirado Cascos, voy a dejar a su líder para hacer constar que el resto de los nombramientos serán muy conocidos por el entusiasta doctor pero sus méritos profesionales parecen bastante difusos y en la mayor parte de los casos insuficientes para aspirar con cierta solvencia a gestionar el futuro de Asturias y de los asturianos. Es más, el mérito común tal parece que es su capacidad para plegarse a las directrices del líder, que será, en definitiva, quien les marque lo que deben hacer, y, casi siempre, hasta lo que deben decir. Como bien sabrá el Dr. Abascal, la próstata es casi inasequible a los antibióticos y curar una infección es tarea difícil. Lo mismo ocurre –eso quizá no lo sepa– con el resentimiento: no lo cura ni siquiera una venganza consumada porque, al final, aquél surge de la frustración de las expectativas propias y la venganza lo único que ofrece es el mal ajeno, nunca el bien propio. Es, en definitiva, como una prostatitis, con la única ventaja de que el resentimiento sí permite desaguar sin dificultad los malos sentimientos, las más bajas pasiones y deja al descubierto a las peores personas.

Leyendo su alegato contra los políticos no puedo evitar acordarme de esos comentaristas que critican lo que cobran, las vacaciones que tienen y hasta si entran o no gratuitamente en una zarzuela, cuando ellos son los reyes del pluriempleo y de las invitaciones, están en las tertulias por su amistad con el que las organiza y ganan por una hora diaria de crítica más, por ejemplo, que un médico adjunto de su servicio, incluyendo guardias, y, además, están libres de toda crítica y no tienen que dar cuenta de sus patrimonios y sus ingresos. Así se fomenta la sociedad de la envidia y de la inoperancia, porque siguiendo esa línea en política sólo entrarían aquellos que no han conseguido el éxito y la realización en su vida laboral. Un ejemplo: dudo que usted, Dr. Abascal, recalase en una Consejería para cobrar 3.000 euros al mes, renunciando a todos sus ingresos, teniendo que informar públicamente de su patrimonio, cuentas bancarias, ingresos de su consulta (que debería dejar), planes de pensiones, etc, etc. Ah, se me pasaba: todos luchan contra el enchufismo y reclaman la mayor seriedad, igualdad y mérito para acceder a todos los sitios, a todos, claro está, a los que no aspire un hijo, una hija, un sobrino o un amigo, que para algo estos tienen el mérito de ser sus parientes. Mire, sería un buen estudio de veracidad de intenciones analizar dónde están los hijos de cada uno de estos valedores del mérito y el esfuerzo, cuántos están en paro y cómo recalaron en su situación actual. Lo dicho: creo que es usted víctima de esa sociedad de la envidia que ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Como decía Arthur Schopenhauer, «la envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren». Aunque, personalmente, me gustan más las definiciones de Napoleón (otro gran salvador de patrias) cuando defendía la envidia como una declaración de interioridad, o la de Víctor Hugo –ésta viene más ajustada al caso dado su transfugismo del gabinismo al casquismo–, cuando definía al envidioso como «un ingrato que detesta la luz que le alumbró y calentó».

Aunque no lo crea, por distantes que estemos en lo político –que lo estamos– y en el status económico –que también lo estamos porque a mí no me dejan ser pluriempleado con sueldo fijo para dedicarme a lo mismo que hago en mi principal trabajo–, deseo sinceramente que su entusiasmo converso hacia esta nueva revolución casquista se vea premiado con el éxito para que el nuevo gobierno revolucionario y apolítico resuelva, no ya sus problemas, Dr. Abascal, para asegurar primas de riesgo, sino, sobre todo, los problemas de Asturias y de los asturianos. Espero y deseo que no les ocurra ni a los políticos de FAC ni a usted lo que con tanta sagacidad escribió Mario Benedetti: «Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas». Eso sí, a usted siempre le quedará el recurso de pontificar ante el nuevo cuestionario, viendo los toros desde la barrera y desde su merecida y permitida posición de funcionario pluriempleado. Lo que lamento es que no ponga la misma vehemencia en mejorar el sistema sanitario asturiano donde, sin duda, sería una voz autorizada. Al menos para combatir la prostatitis del resentimiento.

Alejandro Fernández González

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