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Gala: defraudar a la muerte

4 de Agosto del 2011 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas (Castrillón))

Aunque en el correr de la vida las cosas han cambiando lenta y progresivamente, lo cierto es que todavía no es moneda corriente hablar con naturalidad y franqueza de las enfermedades que van minando nuestra salud a la vez que nos van acercando al final de los días. Cuando por desgracia se da esta circunstancia, lo que predomina generalmente es correr un denso velo sobre todo lo que no se quiere difundir, lo que se quiere esconder, como si los desórdenes que la enfermedad va provocando en el cuerpo y en el ánimo fueran culpa del paciente; incluso, no pocos profesionales sanitarios caen en una especie de conspiración del silencio, negándole con ello al enfermo la posibilidad de hablar abiertamente de lo que le ocurre.

El poeta y escritor Antonio Gala acaba de anunciar públicamente que padece cáncer de difícil extirpación y, con cierta osadía –como tiene que ser–, añadió que está sometido a un tratamiento de quimioterapia y radioterapia, y que lo está sobrellevando como «una guerra en la que él es el cuerpo de batalla». Y en su decidida y esperanzadora declaración, todavía agregó: «Trataré, con todo, de defraudar a la muerte una vez más: la última».

Cáncer. Seis letras unidas por un fatídico hechizo capaz de cambiar cualquier vida en un instante. Presentar batalla, luchar, resistir, plantarse... todo empieza con un punto positivo sobre el resultado final.

Gestos como el de Gala demuestran ser enormemente valientes y muy estimulantes para quienes como él, que son legión, soportan esa o parecida situación. Es toda una lección de vida y de «savoir faire», porque, además, dentro de lo posible, es obligado desdramatizar lo que no deja de ser un hecho natural en sí mismo. Seguro que hacerlo nos ayudará a ser más fuertes y nos capacitará para vivir más intensamente el tiempo que dure nuestra fragilidad y desaliento.

Todo lo que valientemente nos cuenta Antonio Gala en su brillante columna «La tronera», es precisamente como una tronera. Tal vez por ventana pequeña y estrecha, Gala la eligió para dejar que entrara un menguado rayo de luz, pero con mucha esperanza.

Aparte, Gala siempre nos demostró ser un actor con muchas tablas. Practica el periodismo literario y la novela sentimental. Su idilio con el teatro es absoluto. A veces –a mí me pasa con frecuencia–, aunque reconozco que es soberano en el manejo de la metáfora, Gala se me hace enorme, excesivo. De pluma y lengua afiladas, da bien en las televisiones, que la han hecho aún más popular. Y, desde luego, sigue empuñando bastón de mando en el mundo de las letras.

Por ello, desde la más rendida admiración al prolífico escritor, por su continuas lecciones, le deseamos un prolongado feliz final. Al propio tiempo, permítanos, Maestro, darle mil gracias por su exhibida entereza y coraje.

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