Zapatero y las bolas del árbol de Navidad
Maquiavélica la fecha de las generales, por las implicaciones psicoanalíticas que trae para millones de españoles: "Ese día no hay que votar nada que nos haga retroceder a la derecha", parece insinuar con su mirada azul cielo.
Pero ya no queda nada de aquella nación que supo abrirse a Europa y al mundo desde 1976, porque este señor, que cae bien con su cara de bueno y sus modales comedidos, destruyó en 7 años la confianza de los españoles en el futuro a todos los niveles.
Ayer por ejemplo: 67 años para jubilarse y 25 para cotizar, con la complicidad ya no de los nacionalistas sino del silencio vergonzante de los sindicatos.
Anteayer por ejemplo: Propició el asalto de ETA a las instituciones, con todas las artimañas necesarias para engañar a los ingenuos españoles sin riesgo aparente de atentado contra su entorno, porque a los que somos conscientes del peligro terrorista ya no nos hipnotiza con cantos de sirena de que las serpientes quieren la paz.
Más atrás, por ejemplo: Supo ganarse las simpatías bananeras de los dictadores de ultramar con regalos y subvenciones de millones de euros, para esquilmar el carro de la compra de los españoles que no sólo mengua y mengua por culpa de la llegada del euro (hala, Pepe, quédate la vuelta de los 80 céntimos que vale el café, parece decirle cada día ZP al camarero del Congreso), sino congelando pensiones y robando una parte del sueldo mileurista del funcionariado.
Hacia el 20 de noviembre ya taladran el cerebro cada año los anuncios televisivos de turrones y perfumes, faltando un mes para la dulce Navidad. No quiero ni pensar en lo que puede pasar con el regalo que nos dejará este patético Papa Noel: Un saco vacío y su cara reflejada en las bolas de un árbol pelado.
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