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La soledad en medio del tumulto: la verdadera crisis del siglo XXI

30 de Julio del 2011 - Arancha Leonardo Crespo (Oviedo)

Hace algún tiempo leí que unos ancianos habían sido encontrado muertos en su casa semanas después de su fallecimiento. Se ve que nadie les echó en falta. Di un vistazo a las noticias de otros lugares, incluso del extranjero, y aparecían noticias semejantes. Lo más curioso es que casi todos tenían familia.

Todos los días paso al lado de una residencia de ancianos que, hacia las seis de la tarde, salen a tomar el sol a unos bancos de la calle. Son bastantes, pero apenas hacen ruido. Casi todos están en silencio, mirando a la gente que pasa, y así un día, y otro y otro. ¿Ninguno tiene familia ni amigos?

Ayer, me dejó de piedra la pregunta de un crío: ¿por qué hay aquí tantos viejos? Pues porque son muy mayores y viven aquí.

¿Qué nos está pasando? Todos los días nos levantamos y volvemos a acostarnos con la fobia de la crisis, una crisis que nos hace temblar, porque todos tenemos la espada de Damocles apuntándonos, una crisis en la que se tiende a cortar por el lado más débil de la cuerda y sobre la que se han escrito millones de páginas que, probablemente, sólo sirven para alimentar el miedo de quien poco puede hacer y, tal vez, hasta engordar a quien sí puede hacerlo, pero no lo hace por conveniencia.

Para levantarnos de una crisis económica, la gran mayoría no tenemos recursos, pero sí los tenemos para esa otra crisis terrible y que está acabando con lo más importante de una sociedad: los principios.

La nuestra es una sociedad que aparca al débil de una forma sutil y disfrazada, apartamos lo que no es útil o es molesto: los viejos en la residencia, los animales a la perrera, que hay que pagar al veterinario; los que tengan problemas que pidan ayudas, y si el vecino se muere solo en el piso de al lado, pues que llame al Teléfono de la Esperanza, que para eso está.

¿Dónde está aquella sociedad en que los vecinos eran vecinos de verdad, el perro y el gato se morían de viejos, y era una fiesta si los abuelos venían a buscarte al colegio?

Menuda herencia vamos a dejar a los que vienen detrás: una ética para echarse a temblar y sin un duro.

Un abrazo fuerte a Felix Richard y muchas gracias, paracaidista, por haber aterrizado tantas veces en mi teléfono y hacerme reír.

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