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Señor Cascos, la sanidad pública necesita mano dura

10 de Agosto del 2011 - José Viñas García (Oviedo)

Nuestros políticos están imposibilitados para meter mano a un sistema enaltecido por todos, elogiado y ensalzado hasta límites de intangible y sagrado. Cuando se sube a los altares a alguien es difícil exigirle e interpelarle; si así haces, te estás metiendo con un colectivo demasiado respetable, ¿cómo osar evaluarlo con nota baja?, como que existimos gracias a ellos, como que les debemos nuestra alegría, felicidad, ya no digamos la salud. Cuando no dejan de ser unos profesionales al servicio de los pacientes y familiares. Pero ellos se creen estar por encima del bien y del mal, sobre todo, los que no están a la altura de su estatus, los consentidos de hastío y desgana.

Cuando alguien denuncia públicamente que nuestra sanidad está disminuyendo en calidad y diligencia a pasos agigantados no se está metiendo con los buenos profesionales, sino con los que no lo son, y con toda esa red de enchufismos y cueles que hace imposible que seas atendido en el tiempo y la manera que requiera tu dolencia sino te buscas un arrimo de algún trabajador sanitario. Qué decir de la cantidad de buenos profesionales que se forman en nuestra sanidad y ya labrados se van a donde les paguen más, o complementan ambas parcelas, con lo que cualquiera puede deducir que donde le permiten algún escaqueo lo hará sin ruborizarse demasiado.

Qué decir de las consultas privadas de quien complementa con la sanidad pública, todos saben que si acudes al mismo especialista que tienes asignado por la Seguridad Social a su consulta íntima, te saldrá todo más dulce, ameno y rápido. Como todos, incluidos los empleados sanitarios, hemos aprovechado dicho atajo (un copago interesado) nadie puede acusar de semejante verdad, de semejante consentimiento.

Estás satisfecho con tu especialista, y de pronto te dicen que se fue, empiezas con uno nuevo, a iniciarse, que si no fuera porque el ensayo es contigo y con tu salud, podrías hasta permitir que tuviera todo el derecho a encaminar y recorrer experiencia. Esto pasa también en cualquier prueba médica, donde aprecias que les falta ruedo.

Acudes a Urgencias, y la misma doctora te dice que está de trabajo hasta más allá de lo permitido, manteniendo por horas y horas en los pasillos y salas de espera a pacientes que en el 99 por ciento no van por deporte a un lugar así.

Podemos seguir engañándonos todos, agradeciendo por prensa lo bien tratados que fuimos en esa experiencia de acudir al hospital con un ser querido; me pregunto el por qué sentimos ese deseo de agradecer ser atendidos con amabilidad, ¿no es algo que lleva implícito esa profesión? Agradecemos porque muchas veces nos hemos encontrado con indelicadeza y arrogancia (cuando estás en un momento de flaqueza mental y física, donde necesitas más que nunca frente a ti a alguien que te dé confianza y esperanza), pero, claro, eso cuesta más exponerlo, sería desagradecer.

Esta empresa que representa un sacrificio en impuestos a los ciudadanos funciona gracias a los menos profesionales que existen actualmente, en muchos casos esos doctores los encuentras mañana, tarde y noche, son los mismos de siempre en cada planta, otros muchos solo pasean o ni se ven. La mayoría son jóvenes, algunos menos ya, pero que empezaron a foguearse gracias al escaqueo de los consentidos.

No es tema personal, es inquietud de quien tiene todo el derecho a decirlo. Respalda mis críticas el ex consejero de Sanidad Ramón Quirós, que quizás recordando su época de trabajo en el Ministerio de Sanidad instó al personal de la Consejería a llegar cada mañana a su puesto de trabajo «desayunados, con el periódico leído y cagados». Así, textual. Acto seguido añadió: «Y llorados». En un segundo recado de notables retumbos, pero en las que la textualidad no es tan matemática, el titular de Salud felicitó a aquellos empleados que, un año más, se han llevado el sueldo a casa sin pegar golpe.

Después de oír a esta autoridad, ¿qué más se puede decir?; si reparan, él no se cayó de una higuera, venía de trabajar muy cerca de quienes denunciaba. Pocos meses después, ya en el cargo, se olvidó de colocar a cada cual en su sito, se silenció, y a otra cosa, mariposa.

Tiene esta empresa recursos, materia prima y personal capaz de mejorar ostensiblemente su funcionamiento, para ello debe, señor Cascos, ahora que usted gobierna, colocar a una persona responsable, seria y con poder de doma rebelde. Que no se amedrente cuando los colectivos sanitarios se le tiren al cuello; lo hacen por esto, pero no porque muchos colegas se salten el código deontológico medico en muchos de sus artículos. Como veo, señor Cascos, el nuevo consejero de sanidad es médico, con lo cual sabe muy bien lo que se cuece dentro de esta empresa, pero me temo que hará como el anterior, el corporativismo superará a la parcela de responsabilidad que conlleva dicho cargo. Solo una persona ajena al entramado hospitalario, con agallas, ganas y firmeza, podría empezar a retomar el buen camino.

Para que los buenos cirujanos y especialistas no se vayan o dediquen parte del tiempo a complementarse su cuenta bancaria, trabajando en la empresa privada, hay que pagarles buenos sueldos, exigirles por ello, y así no tendrán la tentación de marcharse cuando aprendieron a volar en esta empresa. La dedicación exclusiva con buen sueldo será mejor aceptada.

El corporativismo es tal que con el telón bajado te cuentan todo lo que al subirse cambia «a no sé, no contesto». No pueden los profesionales, que los hay, sentirse mal por criticar a los que no lo son, a eso lo llamo yo corporativismo mal entendido. Fuera de esta crítica queda la medicina de cabecera, donde con dedicación, simpatía y cercanía atienden diariamente en consulta y domicilio con una entrega total. Aunque también con algún pero, si en un consultorio hay tres médicos y tres enfermeros, ¿por qué para una simple cura, receta o inyección, estando dos parados, hay que tener esperando a señores mayores dos horas por el que está a rebosar? ¿Por qué sentido de la productividad se rige esta empresa?

Quien se sienta mal por críticas así, seguramente es quien no quiere perder ese privilegio consentido.

Sé de muchos profesionales que se dejan la mente y el cuerpo diariamente ante desgracias y contratiempos que se les enconan; en tratar enfermedades, comunicar con enfermos y familiares, siempre al servicio de su profesión; para estos, todo mi respeto y admiración.

Pero mi crítica como ciudadano y usuario es mostrar mi inquietud simplemente, sin ánimo de dañar a nadie, salvo a quienes les importamos nosotros menos que nada.

No quería dejar de repetirme en un asunto que me duele en alma: los cuidados paliativos. Este destino es cruel cuando el paciente está en perfectas condiciones mentales, allí, en esa planta siniestra, anacrónica, cuidó a sus padres o visitó a familiares y vecinos; por lo tanto sabe perfectamente qué le resta al ser destinado allí, sólo la espera de la muerte, eso sí, sin dolor físico, ¿pero han tenido en cuenta el dolor mental?

No quiero recurrir otra vez al código deontológico médico, pero me temo que en el momento en que desestimemos cuidados curativos nos lo estamos saltando a la torera. ¿Dónde está la esperanza, el dar ánimos e intentar todo por sanar, en vez de claudicar por protocolos que facilitarán que nuestra conciencia quede libre a la hora de dar por terminal a un paciente?

A un paciente se le puede decir que su dolencia es gravísima, pero de esto a decirle que se le abandona a su suerte va un trecho inhumano, la crueldad personificada. Siempre hay que dejarle ese rayo de esperanza, será mejor para todos, incluidos los especialistas. Hay que mantenerlo en el hospital, en cuidados curativos y olvidarse para siempre de paliativos. Además, una misma enfermedad en diferentes pacientes puede que alguno, y así ocurrió en muchas ocasiones, sepa responder bien al tratamiento o al destino divino, lo que en otras no fue posible.

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