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El Gobierno «con oficio» del señor Abascal

10 de Agosto del 2011 - Bárbara Fernández (Oviedo)

El pasado 22 de julio exponía en un artículo don Ramón Abascal, a la sazón jefe de servicio de Urología del HUCA, el «hándicap» que según su criterio supone la experiencia política en el ejercicio de la cosa pública, frente al oficio y teórica independencia económica en caso de abandono o cese, que él presupone poseen los actuales miembros del Gobierno formado por el señor Cascos. Respeto las opiniones de todo ciudadano, pero no puedo dejar de sorprenderme de que quien firma como jefe de servicio del HUCA manifieste tal criterio en un artículo, sin duda excesivamente apresurado, poco reflexivo y desconocedor de lo que es la actividad pública, que desprestigia de forma generalizada la labor política de las personas que desarrollan esta actividad –siempre temporalmente, no lo olvide, don Ramón– sin analizar las del grupo político que defiende y que denotan su olvido de la trayectoria de buena parte de los miembros del Gobierno y sus propias contradicciones.

Considerar la experiencia en la política, bien en la organización de un partido o bien en el ejercicio de un cargo público, como un perjuicio frente a quien procede del ejercicio de una profesión sólo deja entrever que los partidos, según su creer, lo forman un grupo de paniaguados carentes de cualquier formación, sin más vocación que utilizar como modus vivendi la política. ¿Acaso el señor Cascos está excluido de ese grupo de políticos? Si se hubiera parado a analizar su trayectoria personal, el presidente de ese Gobierno «con oficio», que yo recuerde, es el único político de Asturias que sobrevive profesionalmente desde 1979 a todos sus contemporáneos. Tan sólo se le conoce oficio no político en los últimos años en su actividad de intermediario de venta de arte con la empresa que ha formado con su nueva compañera para vender sus productos, parece que abundantemente, a diferentes administraciones y aledaños. Si hace un repaso por todos los partidos de Asturias, en esa carrera política que parece denigrar, se han producido tantas renovaciones de personas en diferentes puestos, tanto públicos como de partido, que habría que buscar con lupa para encontrar un caso semejante. En ninguna actividad de la vida –en las que el conocimiento y la experiencia son un grado– se producen unas podas del calibre de las que se provocan entre elecciones internas de los partidos o cada cuatro años por voluntad de los electores.

Pero podríamos continuar en el nuevo Gobierno con el «hombre de confianza del señor Cascos en la Consejería de Presidencia», en cuyo currículum aparece como teórico periodista, con carrera política a la sombra del ex ministro a su paso por el Gobierno de España, y que tras cesar en 2004 fue «colocado» en el PP sin ser siquiera afiliado, para pasar a ocupar puesto de confianza en el Ayuntamiento de Pozuelo del señor Sepúlveda, para lo que hubo que modificar la RPT por no tener titulación alguna, y tras no ser contratado por la nueva alcaldesa, solicitó su reingreso en Génova hace apenas un mes. La paradoja es que cuando sea destituido como alto cargo, el PP lo tendrá que reincorporar obligatoriamente a su plantilla como «profesional».

Señor Abascal, no denigre tanto a los políticos con experiencia, que la gran mayoría lo están por vocación y servicio. Bien que los utilizó cuando le interesó, por lo que me permito recordarle que de bien nacidos... ¿Serán tan generosos con usted los nuevos? La política supone una serie de exigencias personales y familiares que se agudizan más que en muchos de otros desempeños profesionales, ya que la crítica y la constante transparencia de sus acciones y decisiones está sometida a juicio popular cada día.

¿Se imagina estar sometido en su trabajo público a la presión de un sistema democrático? ¿Se imagina que a usted le cuestionasen públicamente si cumple todos los días con su horario de trabajo? ¿O que se analizase si el rendimiento que está dando en la medicina pública es el adecuado al trabajar en la medicina privada con su enorme intensidad? ¿O se imagina estar en boca de un grupo opositor cuestionando qué razones hacen que un paciente de la medicina pública acuda a su consulta privada, o que tuviese que justificar por qué opera a unos pacientes que pudiesen proceder de su consulta privada y a otros no? ¿Aguantaría varios titulares de los medios de comunicación sobre estos extremos?

Poco debe conocer al nuevo gobierno, del que olvida la «negativa experiencia de eterno profesional de la política de su presidente». ¿Ha analizado cuáles pueden ser las razones por las que una persona que lo ha sido todo en el PP, que ha ejercido las máximas responsabilidades en su partido como él las ejercía (el general secretario) y al que le debe toda su carrera, renuncie a su militancia, a su fidelidad, a los principios que siempre defendió y exigió a los demás de manera implacable (más vale partido sin Gobierno que Gobierno sin partido, no somos un partido de fulanismos, son indignos y carentes de ética quienes traicionan...) y porque no se le designe como candidato forme otra fuerza política plagada de ex profesionales de su antiguo partido mientras le busca una ideología, para terminar con los profesionales de la política?

Es España en estos últimos años tenemos suficientes ejemplos de supuestos regeneradores que son tan viejos como la política misma. Sólo le voy a poner algunos ejemplos desde la transición en el centro-derecha: Verstrynge, Barreiros, Hormaechea, Jesús Gil, Revilla, Unión Mallorquina, Unidad Alavesa, Unión del Pueblo Navarro, Unión Valenciana... y en Asturias: Marqués con URAS o Morales con IDEAS. Al final, con el tiempo, casi todos terminan igual, y ya me entiende.

Bárbara Fernández

Oviedo

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