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Ni se explican ni dejan explicarse

8 de Agosto del 2011 - David Fueyo (Oviedo)

Creo conveniente poner en conocimiento de todos ustedes los siguientes hechos que les voy a relatar y que sucedieron en el desvío hacia la carretera N-630 que parte de la autopista A-6 a su paso por las cercanías de León, justo antes de que esta autopista pase a convertirse en la AP-66.

Alrededor de las tres de la tarde del día 16 de julio del presente año nos disponíamos mi novia y yo a pasar la tarde en la piscina de la localidad leonesa de Pola de Gordón, siguiendo para ello un camino que todo conductor asturiano conoce a pesar de su mala señalización, como es dicho desvío desde la A-6 hasta Asturias pasando por el puerto de Pajares.

En aquella tarde conducíamos de manera adecuada, sin prisa ninguna y sin lugar a equívoco ninguno, ya que al pasar por este punto de las carreteras leonesas de forma automática suelo desviarme para volver por Pajares y así evitar el peaje del Huerna. Hasta aquí todo normal. Nos desviamos de forma adecuada, seguimos unos metros por la A-231 (también autovía) y entramos también de forma correcta en el desvío que señala León para, luego, tras una rotonda, incorporarnos ya en la N-630. Hasta aquí, como les narro, sin problema ninguno, ya que, vuelvo a insistir, circulábamos de forma correcta y sin lugar a duda o equivocación.

Nada más llegar a dicha N-630, de repente nos adelanta un Patrol de la Guardia Civil de Tráfico que nos pone la sirena y nos indica que nos salgamos de la vía. Ciertamente, a día de hoy tengo la duda de que fuera a nosotros a quienes nos obligase a parar, ya que en realidad en la rotonda en la cual se nos ordena detenernos, a la vez que nuestro vehículo iba circulando otro de similares características, es decir, una furgoneta alta y de color negro.

Debido a que no habíamos realizado ninguna maniobra prohibida y a que no teníamos absolutamente nada que ocultar, nos detuvimos pensando que sería un control rutinario en el que sin ningún problema nos debíamos detener.

Cuál será mi sorpresa cuando al bajarse del Patrol los agentes D12682M y E78939L de la unidad 2401 nos piden mi documentación, la del vehículo y nos preguntan acerca de si sabemos acerca del peligro de la maniobra que acabamos de realizar.

En ese momento me quedo estupefacto y les pregunto, siempre tratándoles de usted y con el respeto que dicha autoridad merece, acerca de dicha maniobra, ante la que ellos únicamente me dicen que he realizado un cambio de sentido indebido ahí atrás, pudiendo haber provocado un accidente. Al comentarles, siempre con respeto y sin alterarme, que creo que ha habido un error, el agente D12682M sin mediar más palabra me dice que voy a ser sancionado, no permitiéndoseme así explicarme ni tan siquiera aclarar el error a pesar de intentar hacerlo de manera educada.

Tras volver a intentar explicar que no he realizado ninguna maniobra indebida ni ningún cambio de sentido, y volver a preguntar cuál ha sido mi posible infracción, ya que aún a día de hoy no comprendo a qué cambio de sentido se podían referir, uno de los agentes se dirige hacia mí para realizarme la prueba de alcoholemia, de la cual posteriormente no se me informa de su resultado como creo que es su obligación. En esos momentos, vuelvo a intentar hablar con los agentes jurando por mi honor que no he realizado ninguna infracción, como así ha sido, a lo que, con cierta sonrisa que no logro llegar a comprender, lo único que me responden es que para ser hombre hay que aceptar los errores, por lo que además de herir mi bolsillo y mi saldo de puntos del carné de conducir, también hieren mi orgullo, ya que creo que ellos pueden ser autoridad de tráfico, pero en modo alguno moral para dar consejos a nadie de esta índole, ni tampoco, que yo sepa, son jueces sumarísimos para no dignarse a escuchar ni contemplar la presunción de inocencia ni mucho menos que pueden estar cometiendo un error. Son la autoridad y con autoritarismo se han comportado.

Casualmente, en mi familia hay varios agentes del cuerpo que se muestran avergonzados ante la prepotencia con la que fuimos tratados y son ellos los que, en parte, me invitan a poner en conocimiento de todos ustedes estos acontecimientos, con el fin de que se tomen las medidas adecuadas para, al menos, intentar que este tipo de prácticas en las que no se explica de manera adecuada la infracción ni se da lugar a explicar que puede haber habido un error se sigan llevando a cabo. Mis respetos por el cuerpo son máximos, aunque he de decir que estoy tremendamente desilusionado con esta actuación y con otras que se van poniendo en conocimiento de los medios, en las cuales parece premiarse más la mera recaudación que la pedagogía por las muchas gamberradas que se ven hoy en día en nuestras carreteras. Coincide a su vez que poseo el título de experto universitario en Educación Vial, por lo que creo que hubiera podido explicarme de forma correcta ante los agentes y haberles entendido si es que hubiera habido alguna infracción. Esperemos que el relato de estos hechos haga reflexionar a más de uno y de una en el cuerpo con el fin de que premie, como he dicho, la pedagogía antes que la economía, el diálogo antes que la prepotencia.

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