El futuro de Mariano Rajoy
Señor Rajoy: No pretendo decirle a estas alturas lo que debe hacer. ¡Dios me libre de pensar siquiera en tamaña osadía! Solamente expondré, si se me permite, mi punto de vista y mi parecer, por cierto, ambos muy personales, pero respetables.
Después de un Gobierno que no ha sido desde ningún punto favorable al pueblo español, usted y su partido tienen, al parecer, muy fácil ganar las próximas elecciones generales. Según todas las encuestas (menos las prefabricadas), votará a su favor gran parte del electorado. Pero tengo para mí que lo difícil vendrá después; inmediatamente después de que usted haya tomado posesión de su cargo como presidente del Gobierno. En primer lugar, en el caso de que no obtengan la mayoría absoluta, olvídese de gobernar, porque, como usted tan bien sabe, en España hay dos partidos políticos: el PP y todos los demás, que, ya lluevan chuzos de punta y por sistema, están en su contra. Da igual que usted se desgañite diciendo la verdad desnuda haciendo conocer al pueblo la miseria en la que le han metido los últimos desgobernantes de turno; estará usted en el más miserable abandono.
Le harán la vida imposible y no va a tener manos para sacudirse la cantidad inmensa de hormigas que le subirán constante, insistente y machaconamente por la pantorrilla arriba. Por eso le confieso una cosa: si yo fuera usted –claro que no lo soy, ya lo sé, no tiene por qué decírmelo nadie–, no haría las cosas para quitarle el puesto a ese otro candidato conocido de sobra por sus actos de treinta años que lleva por esas Españas de Dios (perdón) haciendo de las suyas: el GAL, el 12, y 13 de marzo de 2004 (y acaso el 11 también), el «Faisán», etcétera, etcétera, etcétera. Casos que le engrosan un currículum político quasi delictivo.
En una palabra, yo haría campaña sólo y exclusivamente para seguir siendo oposición; porque si usted gana, va a tenerlo, junto con la mitad de españoles de los que pueblan la piel de toro actualmente, muy crudo. De todas maneras, estamos ante un verdadero dilema los españoles de a pie, aquellos a los que se tiene en cuenta sólo y exclusivamente para dos cosas: pagar y votar. Me explico: si votamos a cualquiera de los otros grupos políticos que juntos forman el partido anti-PP, nos encontraremos con que, si hemos conseguido que usted continúe en la oposición, seremos maldecidos por nuestros hijos. ¡Pero ya! Dentro de media generación, simplemente por haber sido unos irresponsables.
No podía quedárseme acá, sin añadir a la carta, un último ruego. En el caso de que usted sea el elegido para presidir un Gobierno de España (ya harán los otros todo lo posible y lo menos posible, algo gordo, para que no sea así), le ruego que luche porque España vuelva a ser nuestra nación y nuestra patria. Esto ya lleva implícito todo lo que hay que hacer con la educación, la justicia, la Policía, los políticos, la corrupción en general, la ley electoral, el latrocinio, los sueldos y la opulencia en el vivir de los políticos cuando otros se están muriendo de hambre, el desprecio que sienten, patológicamente, contra los ciudadanos aquellos que tienen el deber y la obligación de velar por ellos y por su bienestar, etcétera.
Menuda herencia. ¿Eh?
Y como final, un último deseo: que nuestros hijos, esos que ahora nos reprochan el haber votado a los otros, cuando piensen en políticos honrados, eficaces, justos y equitativos, piensen en usted.
Guillermo Fernández Lorenzo, Moreda
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