¡Qué horror, mejor con andamios y toldos!
Sí, sí... han desmontado el andamio y los toldos recreados que, por las obras de ampliación del Museo de Bellas Artes, cubrían el edificio número 1 de la plaza de la Catedral (Alfonso II el Casto), haciendo esquina con la calle de la Rúa en Oviedo.
Cierto es que esperaba con ilusión este hecho de ver finalizada parcialmente la ampliación de nuestra pinacoteca.
Contemplando el conjunto de la plaza de la Catedral desde distintos ángulos para apreciar el hermoso edificio rehabilitado, me quedo estupefacto no dando crédito a lo que examino con asombro. ¡Qué horror!, ¡surge una estructura de chapa metálica y volumen desmedido a modo de formar la cubierta de éste...!
Por favor, acérquense y véanlo: estoy seguro que les dolerá en lo más profundo de su sensibilidad personal y no se creerán tanta desfachatez; pero sobrepónganse y procuren que ello no les afecte en demasía.
Quiero entender, con todo respeto, que los servicios técnicos del Ayuntamiento, Consejería de Cultura, Patrimonio, Bellas Artes, etcétera, que supongo que dieron como favorables sus informes pertinentes al proyecto para la obtención de la licencia municipal. O quizá no se percataron de ello hasta el desmontaje reciente.
Si me permiten como simple e interesado ciudadano les preguntaría a estos organismos (señores técnicos): «¿En qué se basaron para justificar esta construcción con tanto despropósito?».
Siento que se hayan desmontado el andamio y los toldos, por lo menos albergaba la esperanza de descubrir, un día, algo digno y merecido hacia mi querida ciudad de Oviedo.
No es lícito construir a base de destruir nuestros gratos entornos ya consolidados.
Los ovetenses y asturianos padeceremos permanentemente esta falta de respeto al entorno, y los foráneos, en este caso, nos recodarán al llevarse su fotografía con la leyenda... «edificio con montera picona»...
Póngase remedio a este atentado visual. Búsquese solución a este parche. Seamos sensibles y aplíquense razones sencillas y puramente estéticas.
A lo peor ya no tiene remedio... ¡Qué horror!
Luis Busto
Oviedo
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