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75.º aniversario de la Guerra Civil española

17 de Septiembre del 2011 - Fermín Alonso Sádaba (Oviedo)

A los heroicos defensores del Simancas.

«El enemigo está dentro, disparad sobre nosotros». Éste fue el último parte que envió el coronel Pinilla al Crucero «Almirante Cervera».

Había comenzado el asedio a los cuarteles de Zapadores y Simancas, el día 20 de julio de 1936.

Los ataques fueron cada vez más insistentes, sobre todo, por el sector de Ceares, pero rechazados por los valientes defensores del Simancas.

Pasan los días y el Simancas no se rinde. ¿Qué hay que hacer para que se rindan?... Incendiar el cuartel.

Hay gran preparación artillera y se acerca una cuba con gasolina que proyecta un chorro sobre el cuartel, que, al contacto con un cartucho de dinamita que habían arrojado, empieza a arder.

Una granada lanzada desde el cuartel cae sobre la cuba y la hace saltar por los aires, pudiendo así los defensores sofocar el incendio.

Seis sitiados han muerto; sus cadáveres recibieron sepultura junto al «frontón». Son las primeras fosas.

Belarmino Tomás anuncia que pronto llegarán aviones de Madrid que acabarán con aquellos reductos y bombardearán Oviedo.

El día 1.º de agosto es bombardeado el cuartel de Zapadores, quedando destrozada la fachada que daba a Santa Catalina.

Los cuarteles han sido nuevamente rodeados de cañones; quince o veinte del siete y medio y del quince y medio.

El día 15 de agosto, festividad de la Virgen, por segunda vez intentan incendiar el cuartel, pero otra vez el arrojo de los defensores lo hace imposible. El peligro es latente. En cualquier momento podían repetir la acción.

Hay que destruir la «manguera», y para ello se forma una sección de voluntarios que cruzan la carretera y alcanzan las casas próximas. Encuentran la «manguera», quienes la manejaban la habían abandonado, y en un instante queda destrozada. Regresan al cuartel y... sin novedad, mi coronel.

El día 16 de agosto el fuego de artillería no cesa y, por si fuera poco, llega la aviación y arroja bombas sobre el cuartel.

Los milicianos se lanzan al ataque, es un torrente humano el que intenta penetrar en el recinto. Los defensores, con la heroicidad que los caracteriza, rechazan al enemigo.

El coronel Pinilla, con el asentimiento unánime de sus compañeros, dicta este parte: «Morir antes que entregarse».

El día 21 de agosto, sobre las nueve de la mañana, una granada alcanza el tejado del edificio y prende fuego. La madera reseca era pasto apropiado para el incendio. Ardía el desván del antiguo colegio de Jesuitas; imposible el apagarlo. No hay medios de ninguna clase.

Desde fuera arrecia el tiroteo, y el fuego empieza a devorar los pisos altos.

Los asaltantes más osados han llegado a las tapias y arrojan cartuchos de dinamita. Desde dentro se defienden.

Aquí quedamos todos. Que nuestro sacrificio, al menos, sirva para los que siguen defendiendo a España.

Los héroes del Simancas saben que está próximo el final, pues están seguros de que la resistencia en aquella inmensa hoguera que es el cuartel se ha hecho imposible. No llegan a cuarenta los hombres que se tienen en pie.

Son once horas de lucha. Por las brechas de los muros penetran grupos de asaltantes. Se lucha cuerpo a cuerpo entre las llamas y el humo ciega los ojos de los defensores.

Los asaltantes van penetrando por encima de los cadáveres de los heroicos defensores del Simancas.

El coronel Pinilla, con un machete, se defiende a pesar de estar cosido materialmente a balazos. Cae al suelo y es rematado a bayonetazos.

Los demás defensores siguen defendiéndose hasta que la muerte se lo impide. La carnicería que se desarrolla en el interior del cuartel es enorme. Pero el Simancas no se ha rendido.

El Simancas de Gijón ha entrado en la Historia de los hechos más gloriosos de España y del mundo entero.

Gloria para aquellos héroes que sabiendo morir supieron vencer.

Se exhibe la bandera del Simancas como trofeo. Al desplegarse muestra los tres colores de sus franjas, el rojo, el amarillo y el morado de la República.

Desde el crucero «Almirante Cervera» se envía al coronel Aranda, que está defendiendo Oviedo, este parte:

«Toda la dotación rinde homenaje, tributo y admiración, gesta heroica guarnición de Gijón, digna continuación histórica verdadera de España en la que el Simancas y Zapadores aparecerán ante nuestras juventudes como dignos émulos de Sagunto y Numancia. ¡Viva España!».

Indalecio Prieto, ese mismo día, decía:

«Hoy al atardecer ha quedado batida la resistencia que ofrecía en su acuartelamiento del antiguo convento de Jesuitas de Gijón el regimiento de Simancas».

No digo que se ha rendido, porque, según mis informes, no ha habido tal rendición.

Los insurrectos, principalmente oficiales, con el cuartel en llamas desde hacía más de doce horas, siguieron defendiéndose dentro de un patio, detrás de sacos terreros, y murieron matando.

Descubrámonos respetuosamente sobre sus cadáveres.

El Simancas ha entrado en la Historia de los hechos más gloriosos de España y del mundo entero.

Ante sus sepulcros no vertamos más lágrimas que las de la viva emoción de los momentos. Alegrémonos con nuestros muertos, porque forjando la Historia nos legan la gloriosa ejecutoria del mañana en el camino recto que ellos siguieron.

Fermín Alonso Sádaba

Oviedo

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