Integración
La integración es la fusión de los opuestos. Las dualidades trabajan juntas para crear un todo unificado. Somos la unión de la tierra y el cielo, de lo viejo y lo nuevo. La integración es el símbolo de la autocreación, la nueva vida y la alquimia.
Quisiera hablar del futuro centro Niemeyer de Avilés. El Niemeyer representa la unión del pasado y el futuro de nuestra villa avilesina. Se destruyó el viejo puente, tal vez diseñado por Eiffel, para construir uno nuevo pintado por nuestro artista local Ramón Rodríguez, cuyo simbolismo es unir la tierra con el cielo. Y pasa lo de siempre, para unos el puentecito es una horterada filogay y para otros es la octava maravilla. Este puente de momento no lleva a ninguna parte, porque lo atraviesas y te das de morros con un muro. Por otro lado, dicen que existe un puente entre las dos partes de la mente. Si se rompe este puente la persona queda dividida, se convierte en dos personas y eso da lugar a una mente esquizofrénica. Esperemos que el puente acabe por fin conectando el avilés del siglo XIX con el del siglo XXI, y que todos lo veamos y lo disfrutemos.
Continuando con los puentes, tuvimos ocasión de ver no hace mucho tiempo a Paulo Coelho, pero no hubo forma humana de saludarle, porque estaba en el teatro Palacio Valdés separado de sus admiradores por un puente sobre un foso, y los guardaespaldas impedían el acceso. Sin embargo, recientemente en el modesto cine Marta las cosas fueron diferentes. Todo el mundo pudo subir al estrado a saludar a Carlos Saura y Wim Wenders. Yo pediría que se organizase la cosa de una forma intermedia, y que luego o antes de los actos hubiera alguna firma de libros o películas, fotos, bodas, bautizos o comuniones. En fin, que haya para todos los gustos.
Volviendo a Niemeyer, la famosa cúpula es un invento de los años 50 que salió de la cabeza de Niemeyer, pero el artífice real fue el presidente Juscelino Kubitschek, hombre de gran formación que prometió 50 años de progreso en cinco años de gobierno. No sé si nos han vendido de nuevo la moto Kawasaki con la famosa cúpula, que está más vista que el TBO, porque Niemeyer diseñó en medio de la selva una maravilla arquitectónica pero se olvidó del transporte público, con lo que para ir a cualquier sitio medianamente cercano de Brasilia hay que echarle toda la mañana, y como mínimo 30 kilómetros por carretera, ya que se olvidó de poner una cosa tan sencilla como el metro. En fin, que en Avilés a estas alturas de la película, con el soterramiento de las vías del tren aún en proyecto, el Alsa que llega cuando llega, y el coche que ya cuesta un dineral la gasofa y el parking, yo creo que el Niemeyer los avilesinos lo veremos pero no lo cataremos, y no quiero pensar mal pero tal vez se convierta en un lujo al alcance de muy pocos. O tal vez me equivoco, y con la obra sobrehumana de su director Natalio Grueso, que desde prácticamente el total anonimato nos ha hecho disfrutar ya gratuitamente de algunas perlas de esta fábrica de sueños que se pretende que sea el Niemeyer, se ha conseguido ya el punto de apoyo para, como decía el otro, levantar el mundo con una sencilla palanca. Y así a lo tonto tenemos ya la cúpula del Niemeyer, construida con un sistema revolucionario que empieza la casa por el tejado. No se, a veces es mejor hacerlo todo al revés de como lo ha hecho todo el mundo, y resulta que te sale estupendo.
En el alquimista, obra fundamental de Paulo Coelho, la moraleja es que recorres una gran distancia para luego, al volver, comprobar que tu mayor tesoro lo tenías ya en tu propia casa. Es como eso de ir al restaurante de moda a pagar un dineral por unas croquetas, cuando de todos es sabido que las mejores croquetas del universo explorado las hace tu madre gratis. De momento unos avispados pasteleros ya han creado las niemeyitas, o pastelitos imitando la famosa cúpula. A ver si se repite la historia y resulta que en Avilés tenemos una joya delante de nuestras propias narices y ni nos hemos dado cuenta. Sin ir más lejos, hablas del Niemeyer en Gijón u Oviedo y casi nadie sabe lo que es eso. Esperemos que poco a poco las cosas se difundan y tengamos algo comparable, y tal vez muy superior, al Guggenheim de Bilbao o a la Ciudad de las Ciencias de Valencia, conocidos mundialmente.
Para terminar, la integración sería el encuentro de la izquierda y la derecha, lo lógico y lo ilógico. Esperemos que nuestras fuerzas políticas se pongan por una vez de acuerdo al menos en esta cuestión, para bien de los avilesinos, los asturianos y los paises del extranjero.
Que así sea y así se cumpla.
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