Progreso económico y empleo para Asturias: Economía Social
Tras las últimas elecciones autonómicas y municipales se inicia una nueva etapa en la vida política y social asturiana que coincide con un momento crucial para la economía europea. En este contexto Asturias necesita de un empuje renovado que intensifique políticas acertadas y que corrija otras que no dieron los frutos esperados.
El Pacto Social es una de esas políticas acertadas, puesto que la elaboración de un Plan Estratégico donde se recogen las prioridades a desarrollar desde el Gobierno del Principado de Asturias es una buena forma de aprovechar todas las sinergias que la sociedad asturiana tiene en su conjunto. La concertación es una buena hoja de ruta que, sin embargo, necesita seguir sumando y abriéndose a otros agentes representativos de la sociedad asturiana, como lo es la Economía Social.
La reciente aprobación, por unanimidad, de la ley de Economía Social otorga a este sector, que representa el 10% del PIB español, un reconocimiento que debe ser asumido por las comunidades autónomas. La importancia del mismo no es sólo cuantitativa sino cualitativa, ya que se configura como una forma diferente de hacer empresa, de construir sociedad y de inculcar valores. Las empresas que conforman este sector, cooperativas, sociedades laborales, empresas de inserción, centros especiales de empleo, entre otros, promueven la primacía de las personas y del objeto social sobre el capital, a la vez que defienden la aplicación de los principios de solidaridad y responsabilidad mediante una gestión participativa y democrática.
Históricamente la Economía Social ha generado empleo estable, ha propiciado una mejor calidad de vida adaptando el marco empresarial a las necesidades de las personas para convertirse en motor del desarrollo local y la cohesión social. En la década de los 80 la fórmula de sociedad laboral o cooperativa salvaguardó la continuidad de muchas empresas en crisis. A lo largo de estos años la Economía Social ha ido generando una serie de intangibles que se materializan en un aumento de la cohesión social, estabilidad laboral y mayor generación de empleo entre personas mayores de 55 años y mujeres, fijación de población en medios rurales y desarrollo local. Intangibles que actualmente se conforman como pilares indiscutibles en la construcción de un nuevo modelo productivo. Así mismo, en los últimos quince años la Economía Social se ha convertido en una forma de canalizar las aspiraciones de multitud de personas emprendedoras para dirigir su propia empresa. Por lo tanto, en un momento como el actual la consolidación y el desarrollo de nuevos proyectos empresariales debe ser el objetivo fundamental de la acción del Gobierno autonómico, por lo que el apoyo a quien emprende debe centrar una parte importante de la acción política asturiana.
La sociedad asturiana y los poderes políticos deben ser valientes a la hora de afrontar nuevas formas de colaboración que persigan objetivos comunes. En este nuevo marco las estrategias público-privadas cobran especial sentido para avanzar en el desarrollo socioeconómico de Asturias. Son muchos los retos y muchas las respuestas que nuestra comunidad necesita en estos momentos. Políticas tan fundamentales como las educativas o las de dependencia deben abrirse a nuevos modelos de gestión que permitan dar soluciones a una demanda no cubierta y generada a lo largo de los últimos años. Experiencias de otras comunidades autónomas nos sirven de referencia y demuestran que la Economía Social combina las ventajas del sector privado –control de costes, organización flexible, servicios personalizados– con los requisitos éticos y de calidad propios de los servicios públicos, abriendo con ello nuevas perspectivas a la cooperación entre lo publico y lo privado en sectores tan significativos como la atención a la dependencia o la educación. Adoptar este modelo significaría en gran medida dar respuesta a las necesidades, por ejemplo, de las escuelas de 0 a 3 en Asturias.
Nuestro modelo no sólo favorece la consecución de las aspiraciones cooperativas anteriormente planteadas, sino que es capaz de conjugar, a su vez, profesionalidad, flexibilidad y participación. A los objetivos económicos debemos sumarle los objetivos sociales. Las empresas de Economía Social revierten sus dividendos en la sociedad, retornan parte de sus beneficios en desarrollo local y cohesión social a la vez que favorecen un crecimiento económico basado en el empleo estable.
Es el momento de explorar esas nuevas formas de colaboración público-privada para contribuir también al desarrollo local y del medio rural. Territorios en los que la Economía Social puede seguir aportando mucho, mediante la generación de tejido productivo local y aprovechando los recursos endógenos tanto en zonas de escasa inversión, ensamblando los recursos humanos y naturales del territorio para afianzar población en zonas geográficas donde la empresa tradicional no es capaz de desarrollarse. Esto es posible gracias a que las cooperativas y sociedades laborales no condicionan su implantación en una zona exclusivamente a variables más favorables de costes, de infraestructura, subvención o entorno. Así como tampoco amenazan con emigrar si estas condiciones empeoran o tardan en mejorar, puesto que no responden a estrategias externas. En lo bueno y en lo malo, las empresas de Economía Social comparten su suerte y sus inseparables raíces con Asturias.
En base a lo expuesto y sin lugar a dudas, la Economía Social asturiana comparte con el nuevo Gobierno del Principado de Asturias muchas apuestas: la generación de empleo, el fomento del emprendimiento o la mejora de la innovación. El conjunto de empresas e instituciones que conforman la Economía Social y las propuestas que de ellas emanan no pueden pasar desapercibidas en el diseño de las políticas autonómicas. Para lograr estos objetivos la Economía Social de Asturias se configura como una aliada estratégica y ofrece al nuevo Ejecutivo asturiano su colaboración para potenciar el desarrollo socioeconómico de Asturias y, sobre todo, la creación de empleo.
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