Un mexicano en El Bibio (Gijón)
El pasado 12 de agosto la plaza de toros del Bibio puso el cartel de «No hay entradas». Desde las 16.30 hasta la hora del comienzo de la corrida, 18.30, los alrededores de la plaza estaban rebosantes de público. La gran mayoría acudió al reclamo de la presencia en el cartel del gran torero, torerazo, José Tomás, el diestro del Galapagar o, como algunos lo llaman, no sé si con intención o no, el gladiador de los toros.
El cartel estaba compuesto del ya citado José Tomás, del extremeño Alejandro Talavante y del mexicano Diego Silveti, que tomaba la alternativa de manos del maestro de Galapagar. A las 18.40 horas de la tarde hacen el paseíllo las cuadrillas y matadores entre vítores y aplausos, todo ello impregnado de una intensa luz como corresponde a un día de sol estupendo, de los pocos que tenemos en estas tierras. Las gradas y tendidos, llenos de mantillas con el nombre de las diferentes peñas que existen en la ciudad, y en el palco de autoridades, el presidente de Asturias, Sr. don Francisco Álvarez-Cascos, y la alcaldesa de la ciudad, doña Carmen Moriyón.
Los seis toros de la tarde, empezando con un negro gabonero, de nombre «Lisonjero», de la divisa de Domecq, presentaron el problema de su blandura, de sus escasas fuerzas, de su poca acometividad, hasta el extremo de que los picadores apenas tuvieron trabajo. Hubo dos partes en la tarde, una de inicio, de tanteo, en los tres primeros toros, pero después del cuarto toro, donde se vieron los destellos que justifican la calidad de José Tomás, al empezar los trofeos –primera oreja de la tarde para José Tomás– se incrementa la emoción, la entrega del público, los reiterados «olés»… Se abre el camino de la emulación, de la sana competencia y los diestros restantes, con una entrega total, van también en busca del trofeo y convierten la tarde en una típica tarde taurina, donde los olés y los aplausos invaden todo el coso y eso que los toros no respondían, les faltaba bravura… Toda esa sintonía entre público y toreros hizo que el justo triunfador de la tarde fuera Alejandro Talavante, que obtuvo dos orejas al quinto de la tarde con un buen trabajo de muleta y con mucho arrojo y temple, y que el torero mexicano, sin ningún rubor ni complejo, también asumiera el reto de lograr trofeo en el día de su alternativa y nos ofreció una faena espléndida al sexto de la tarde, con un buen trabajo de muleta y con pases que provocaron gran expectación entre el público, por lo medido y arriesgado de su ejecución. Como todo torero que se está haciendo, joven, quizá las prisas y las ansias de obtener oreja le han hecho fallar con la espada y culminar su trabajo de manera triunfal.
El 12 de agosto en El Bibio vimos la maestría de un José Tomás, la evolución, buena ejecutoria y valentía de Alejandro Talavante, triunfador de la tarde, y el inicio de un torero, todo ilusión, todo entrega, con abundantes muestras de su calidad, Diego Silveti, que tuvo ayer su tarde de gloria, a pesar de no obtener triunfo, pues ayer tomó la alternativa y entró de lleno en la primera línea del toreo. Espero que tenga suerte y ese mismo deseo expresó la plaza del Bibio, que a partir de ahora será su plaza, el coso que va a marcar un antes y un después en su vida.
Ayer en la plaza del Bibio se vivieron muchas emociones y se transmitió el sentir del pueblo asturiano, agradecido, todo sentimientos, que fue con actitud humilde a asombrarse de la maestría de José Tomás, pero que acabó rendido de emoción ante la nobleza y torería de Diego Silveti, que montera en mano brindó sus dos toros al público y antes del brindis levantó la montera al cielo para pedir protección y ayuda a su Virgen de Guadalupe, imagen que lleva bordada en su capote de gala. Ayer, con su presencia y su hacer, fue el mejor embajador de su tierra, y de ello quedó constancia en un momento de su faena de muleta al sexto toro de la tarde, cuando entre el público silencioso y entregado que seguía su arte tronó una bella voz femenina que dijo: «Viva México... ¡Que tengas mucha suerte y que esta tarde gijonesa sea el inicio de otras muchas tardes triunfales!».
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