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Falacias interesadas y estériles

18 de Septiembre del 2011 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

El mundo está en crisis y también el sistema (nos lo dijo George Soros en 1999 al escribir «La crisis del capitalismo global» tras apostar su dinero contra las falacias y ganar), incuestionable hecho incluso para los países que vivían en la verdad. Pero ocurre que aquí en España vivíamos en la mentira por encima de nuestras posibilidades endeudándonos a costa del engaño perpetrado al adquirir una vivienda (algo a lo que se nos animaba por todas partes como forma de ahorro y patrimonio). Y, aunque había muchos especuladores jugando con hipotecas y viviendas, la mayoría de los trabajadores asumían una deuda hipotecaria para tener una vivienda, vivir y formar familia. Trabajaban duro para pagarla, pero el valor de su vivienda era falso (pura especulación ajena), su trabajo y ahorros eran baldíos y su patrimonio se está esfumando. ¿Dónde ha ido a parar su patrimonio, su trabajo y sus ahorro? ¿Quién los tiene? Ahora es a estos trabajadores a los que se les exige más esfuerzo, se les desemplea y se les desahucia sin vivienda. Mientras, los acaparadores de toda su perdida son premiados con dinero público y se permiten el lujo de dar consejos a la sociedad sobre los servicios públicos a los que se debe renunciar para pagar la deuda del dinero que les hemos dado a ellos. «Dejad de mimar a los super-ricos» «sacrificio compartido» (Buffet dixit). Construíamos pisos, dábamos uso al hormigón y así lográbamos emplear cantidad de mano de obra manufacturera; sin embargo los edificios a partir de ahora se harán por piezas prefabricadas en naves industriales por medio de robots que serán colocados por grúas guiadas por GPS en su emplazamiento y, con el desempleo crónico consiguiente, ¿quién los podrá comprar? El superávit de los pisos, la «Política» lo empleo en bienes suntuarios nada productivos dando una imagen de falsa riqueza mientras solicitaba créditos para comprar productos que no hacíamos aquí; y eran muchas las compras por encima de nuestras posibilidades. Y no hablemos ahora del conocimiento: desestructurado y en reducción al absurdo.

Hasta las abuelas lo saben: hay que comprar fuera poco, producir dentro lo más barato que se pueda y vender mucho fuera para poder pagar las deudas. No es tanto el no gastar, como el no gastar en el exterior y, sobre todo, repartir el esfuerzo productivo dando empleo a todos. Es el momento de los emprendedores; pero no confundir con esos otros que viviendo de la bicoca pública nos vendieron los pisos por encima de su valor y ahora quieren que se reduzcan los servicios públicos y sus funcionarios así como los impuestos a pagar. No, lo que se debe reducir es esa función funcionarial de tanto empresario privado a costa del dinero público sin vender nada fuera. Repito, es la hora de los emprendedores, de las empresas medias y pequeñas que son capaces de exportar; a esas hay que potenciar y ayudar (las grandes ya se ayudan ellas solas). Los sindicatos deben ser ahora más exigentes que nunca, pero ofreciendo y negociando convenios empresa por empresa y, si hay que hacer concesiones a estas empresas, se hacen en forma de crédito a futuros o en forma de participaciones; pero debemos conseguir la actividad exportadora y generar empleos. Sin embargo los sindicatos no son tan independientes como dicen y pueden exigir poco (esperemos que la «Política» sí lo sea, porque hay cosas que no se entienden), incapaces de ver el desempleo tecnológico y de comprender que el obrero ha muerto, están descolocados como si el pasado de siempre continuase existiendo y, mirando hacia atrás, siguen sin abrir paso al futuro negándose falazmente a la realidad.

Vivíamos con poca ética con aquello de: «¡Míralu tú que listu ye!» Y seguimos en manos de esos listos: unos listos cuyo conocimiento ni es sabio, ni inteligente y que, a lo sumo, tan sólo es desinformación privilegiada para vendernos falacias. Y... ¿El pacto y el consenso? y ¿el esfuerzo y la cooperación? Vana ilusión ética.

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