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Respuesta a un opinante audaz

22 de Agosto del 2011 - Guillermo Zarrazina (Oviedo)

Hace unos días, ojeando las cartas al director, me encontré con un opinante audaz, la audacia a menudo suele ir acompañada de la necedad (de «nescire», «no ciencia») y, en su caso, enarbolada airosamente la segunda.

El Museo de Bellas Artes, en construcción, es, sin duda, uno de los mejores edificios, a la restauración me refiero, que se está construyendo en Oviedo. El proyecto del señor Mangada se apunta a la corriente y emplea los principios más universalmente aceptados en materia de rehabilitación y restauración, a saber: conservación intacta de lo conservable, clara diferenciación de la obra nueva y respeto profundo de la memoria histórica (¿le suena?) del aspecto de la plaza (recomendados desde la Carta de Atenas hasta los más modernos tratados).

El señor Mangada no es un fantoche, cual su colega Calatrava, que necesite afirmar su egolatría con aberraciones arquitectónicas como tenemos en Oviedo, desdichadamente firmadas con su zarpa... El señor Mangada se abrocha sus necesidades como creador y nos ofrece humildemente lo que hay, limpio e intacto.

Usted se mofa de los picos de cubierta, de la montera picona... Mire usted, «los picos», así dicho, no tienen calificación estética. ¿Calificaría usted de «pico» a la torre de la Catedral? Salvando las distancias, la torre busca al cielo y señala a los creyentes, pero en esta viña del señor los agnósticos buscamos la luz. Y esa búsqueda es la que informa los «picos» que usted denosta. La sinrazón que usted percibe la verá, si es capaz, en su ceguera arquitectónica, justificada en el interior con efectos sorprendentes de luminosidades que favorecerán la contemplación el riquísimo legado pictórico del museo, y que es para lo que ha proyectado el arquitecto su obra.

Le invito a fijarse en las estúpidas mansardas de una casa, casi pegada al museo con que otro colega trató de imitar la arquitectura civil centroeuropea del siglo XVIII.

¿Por qué? Y que a usted deben parecerle dignas, clásicas... Nadie ha protestado por ese adefesio.

Termino, pues no pretendo ensañarme con su necedad (de «nescius»). Opine como quiera en sus círculos, que seguro, si le son afines, le aplaudirán con las nalgas (como decía el entrañable Teodoro Cuesta) y cuídese un poco cuando sienta la necesidad de explayarse en público, porque, sucede a veces, se puede hacer el ridículo.

P.S.: Observe que omito cuidadosamente su nombre, pues no es mi intención humillar a nadie, y perdóneme el tono airado, que procede de mi indignación (yo también) ante unas opiniones que temo lleguen a formar corriente, pues ya las he escuchado simplemente apostándome un rato junto al edificio, cosas como: «Mira esto, desde más lejos vense meyor los picos; ven, ven, mira, mira... paez una motera»...

Buen señor, mire en la dirección que le marcan los picos, y descanse con las estrellas del cielo de la muy culta ciudad de Oviedo.

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