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Quizá mucha gente comience a pensar

3 de Septiembre del 2011 - José Montero García (Oviedo)

A estas alturas del actual desbarajuste económico mundial nadie cree ya que la tan denostada crisis financiera y sus trágicas consecuencias sobre la vida de muchos ciudadanos sea un problema exclusivamente nuestro, debido a la incapacidad política del Gobierno de España, sino que se trata de un trágico tsunami de alcance universal generado por la dictadura de unos mercados especuladores a los que la política de todo signo y condición cedió el poder de gobernar a su interesado antojo.

De las desgracias económicas locales (Grecia, Irlanda y Portugal), hemos llegado al pánico financiero global, pasando por las penurias de Italia y España o las peligrosas turbulencias de EE UU y Francia de los últimos tiempos. La culpa ya no es, ni mucho menos, de un gobierno en concreto, ni siquiera de unos cuantos juntos supuestamente desacertados en la gestión de sus finanzas y cuentas públicas. La realidad global ha superado la visión localista y sectaria de quienes con el único objeto de tomar el poder culpaban al Gobierno socialista y a su presidente Zapatero de la mala situación de este país.

Y si esto es así, que lo es, quizá mucha gente comience a pensar que la estrategia política y electoral del Partido Popular –la solución a todos los problemas, incluida la propia crisis económica, radica en un cambio de gobierno de signo conservador encabezado por Mariano Rajoy– no es otra cosa que un engañoso reclamo publicitario sin más sustento ni base programática que esa insistente petición de elecciones anticipadas o el repetido estribillo de váyase, señor Zapatero.

Y si eso es así, que lo es, quizá mucha gente comience a pensar que el Partido Popular, que ha vivido los últimos tiempos a costa de pregonar los pecados y culpas del presidente del Gobierno, no merece la confianza de unos españoles a los que considera incapaces de distinguir entre un anuncio publicitario y un programa político serio con propuestas concretas que ofrezcan alguna solución a los problemas que hoy nos aquejan.

Así las cosas, y a pesar de que determinadas encuestas se han apresurado a descontar ya el efecto Rubalcaba, quizá mucha gente comience a pensar que el ex vicepresidente es mejor candidato que Rajoy a la Presidencia de un nuevo gobierno:

Porque el líder del PP no ha propuesto ni apoyado hasta ahora una sola medida de calado en la lucha contra la crisis y eso es un mal síntoma para la credibilidad de un futuro gobierno que ha de enfrentarse a esa situación quiera o no quiera.

Porque esa crítica feroz y despiadada, por parte del PP, contra el candidato socialista no ha conseguido otra cosa que aumentar su notoriedad y prestigio de hombre progresista frente al conservadurismo paralizante del señor Rajoy.

Porque asegurar, como lo hizo Rajoy, que es necesario un mayor control de las cuentas públicas de las comunidades autónomas al tiempo que se solicita del Gobierno de Zapatero una moratoria de sus pagos al Estado no demuestra otra cosa que una flagrante y descarada falta de criterio político.

Porque la dejadez de Rajoy en la crisis de Valencia (señor Camps) y su falta de tacto político en Asturias con el caso del señor Álvarez-Cascos son un buen ejemplo de la torpeza con que podría discurrir un futuro Gobierno de España en manos del Partido Popular.

Pero sobre todo quizá mucha gente comience a pensar que ellos preferirían un presidente de Gobierno que, tal como califican al señor Rubalcaba esas mismas encuestas, despierte «más confianza» entre los votantes, sea percibido como «más dialogante», disponga de «más capacidad de negociación», resulte «más eficaz» y tenga una mejor comprensión de los problemas de España.

Es lo que pienso que quizá mucha gente comience a pensar...

José Montero García

Oviedo

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